En estos tiempos de Coronavirus, muy pocas personas en América Latina y México tienen la posibilidad de quedarse en casa, porque para la gran mayoría no salir a trabajar implica no comer.
En Veracruz y específicamente en mi ciudad natal Coatzacoalcos, la situación de pobreza rebasa cualquier intento de distanciamiento social por parte de las autoridades. Nosotros nunca hemos parado de chambear ni cuando esta peligroso, ni cuando “hay norte” y ¿Cómo parar, si muchos de los nuestros viven al día?
Este virus nos agarró de bajada a todos, si bien estábamos atravesando un momento económico complicado, para muchos es imposible el dejar de producir.
Gran parte nuestros paisanos viven al día. Sin ahorros y sin chamba no alcanza ni para un kilo de frijoles. Por eso es ahora cuando más necesitamos unirnos como sociedad y dejar nuestras diferencias a un lado.
Evidentemente, para que todos podamos acatar las medidas sanitarias y salgamos de ésta lo antes posible, necesitamos crear cadenas de organización social, en donde todos los que podamos ayudar a los más necesitados, formemos parte. No podemos permitir que nuestra gente pase hambre, ni que salga a trabajar expuesta al contagio, necesitamos donar muchas despensas y muchos kits de protección sanitaria.
Empresarios, escuelas, universidades, iglesias de todas las religiones, jóvenes en redes sociales, medios de comunicación, asociaciones civiles, partidos políticos, señor alcalde, señores ex alcaldes, líderes sociales y sindicales, AHORA es cuando necesitamos de su fuerza de convocatoria, liderazgo y coordinación.
Los Coatzacoalcoalqueños nunca rajamos, somos entrones y echados para delante, nada nos detiene pase lo que pase.
Estoy seguro que unidos pronto podremos regresar al malecón por nuestro esquite, a barrillas por nuestras mojarras y de paso por una paleta de la Zamora. Por lo pronto, los que podamos quedémonos en casa.
Apoyemos a nuestros médicos, militares, policías, taxistas, camioneros y a todos los trabajadores que están en la primera línea de batalla, que continúan arriesgando sus vidas y las de sus familiares ya sea por vocación o necesidad.
Se pueden detener los trabajos formales por un tiempo, más no podemos detener el hambre de un pueblo que en su mayoría vive en la economía informal y que es tan bravo como el veracruzano. Todos unidos, nadie con hambre. Seamos solidarios que de cada uno de nosotros depende salir de ésta. Si se puede.
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