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Por Francisco J. Ávila Camberos
Columna:

Sembrar primero, cosechar después

2022-09-24 | 07:09 a.m.
Sembrar primero, cosechar después
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Cuando Alemania perdió la Segunda Guerra Mundial, los alemanes se dieron cuenta de que si no reaccionaban pronto y hacían algo práctico, su país se colapsaría aún más por la enorme deuda contraída para pagar las indemnizaciones de guerra, teniendo su planta productiva e infraestructura en ruinas. Por su fuera poco, escaseaba la comida y el empleo.

Apoyados por los países aliados, los alemanes fueron contratados para retirar los escombros dejados por los bombardeos y despejar las calles.

Otros más fueron empleados para rehabilitar las fábricas y reactivar la producción.

El salario que percibían quienes fueron ocupados en esas labores seguramente era raquítico, pero al menos les proporcionaba lo mínimo necesario para comprar comida y sobrevivir mientras las cosas mejoraban.

Eso no fue todo. Cada trabajador laboraba además de las horas convenidas por la paga recibida, dos horas extras al día pero sin cobrarlas, para ayudar a la rápida reconstrucción de su país.

Sabían que si no le hacían así, la pronta recuperación era imposible.

Como cada pueblo cosecha lo que siembra, el pueblo alemán trabajó muy duro y en unos cuantos años Alemania resurgió, se unificó y es ahora una de las potencias económicas más importantes del mundo.

Guardadas las respectivas proporciones, nos encontramos en México con una profunda crisis económica, educativa, de empleo, de salud y de falta de infraestructura; lo que hace que el trabajo escasee y la pobreza aumente.

Esto se resolvería con buenas y eficientes autoridades que tuvieran contrapesos para evitar ocurrencias, generar certidumbre jurídica, inversión y empleo. Hay que producir primero la riqueza para después repartirla con justicia, disminuyendo así las desigualdades y logrando que los pobres mejoren su condición a través de buena alimentación, salud, educación y empleo.

Desde luego, no haciéndolo al revés como en los países comunistas donde se empuja hacia abajo a la clase media para llevarla a la pobreza y así reducir las desigualdades.

El drama de México consiste en que a pesar de gastar anualmente cientos de miles de millones de pesos en dizque combatir la pobreza, ésta crece en lugar de disminuir, porque se aplica la política equivocada de regalar dinero en lugar de generar empleos que le darían a las personas mayor independencia y autoestima.

Otro factor que también influye en el aumento de la pobreza es la inflación.

Para ganar popularidad y dar la sensación de que actúan con justicia, (sin ninguna base sólida que se finque en la productividad), nuestras autoridades decretan incrementos anuales de salarios que resultan desproporcionados porque no guardan relación alguna con la realidad, sin tomar en cuenta que dichos aumentos terminan impactando los costos y disparando los precios.

Adicionalmente el gobierno nos incrementa el precio de los combustibles y la energía eléctrica haciendo que el costo de la vida se vaya para arriba, porque a estas alturas nuestra economía no recupera ni siquiera el nivel que tenía en el 2018.

En cambio, en ese lapso nacieron millones de mexicanos más que demandan alimentación y salud cuando menos.

Por esa misma razón al disminuir el tamaño del pastel y surgir más comensales que atender, a cada quien le toca una rebanada más pequeña.

Por si fuera poco, los alimentos han subido entre el 25% y 35%, cuando el salario mínimo subió un 22%.

Si vuelven a incrementar el salario de manera exagerada y además duplican los días de vacaciones como proponen algunos legisladores despistados que seguramente nunca han tenido empleados ni padecido el tener la obligación de pagar la nómina cuando las ventas se han desplomado, todo se irá para arriba nuevamente haciendo que los pequeños negocios quiebren o se vayan a la informalidad.

Se está repitiendo la misma historia de cuando nos gobernaron Echeverría y López Portillo. Populismo exagerado, polarización social, inflación desbocada y finalmente la consiguiente devaluación.

Estamos cometiendo los mismos errores del pasado. Si queremos progresar hay que trabajar más y mejor. Hay que ser más eficientes para ayudar a México a salir adelante.

La apatía, la flojera, el conformismo la demagogia, junto con las ocurrencias y la corrupción rampante que padecemos, son los verdaderos enemigos de nuestro propio progreso.

¿No les parece a ustedes?

Muchas gracias y buen fin de semana.

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