El pasado 7 de octubre, en plena obertura de la jornada matutina del día de descanso judío conocido como Sabbat (Shabbath), el Estado de Israel fue víctima de un ataque armado -relámpago-, al parecer coordinado y quirúrgicamente ejecutado por el brazo militar de Hamas conocido como “Las Brigadas de al-Qassam” (Izz ad-Din al-Qassam Brigades).
Indignación, horror, cólera y apremio por un apodíctico ajuste de cuentas han configurado, hasta el momento, el semblante de una gama de sentimientos, tanto de la sociedad judía como de gran parte de la comunidad internacional, que razonable, pero inconvenientemente, han relegado a un segundo plano la necesaria reflexión sobre un escenario de terror que habiendo sido predecible no puede, ni debe repetirse.
La franja de Gaza, pequeño espacio territorial de donde fueron lanzados más de 2,200 misiles -en el transcurso de unos cuantos minutos-, cuenta con una singular historia de desesperación la cual, al conjugarla con un Estado de Israel apresado por un enfrentamiento interno, que se agudizó a principios de este año, puede ayudar a explicar de forma preliminar lo acontecido en el pasado “Sabbat del Terror”.
En este espacio, como ha sido tradición, tomaremos distancia de todas aquellas posturas que con intensa y endeble argumentación buscan justificar el actuar de todo acto de agresión, sin importar el lado del cual este provenga.
Si algo debe quedar asentado de forma categórica al momento de abordar este ataque terrorista que ha cobrado la vida de más de mil almas y la captura, como rehenes, de cientos de inocentes para ser utilizados como medio de intercambio, es que no puede existir justificación alguna para coincidir con aquellos que hacen del sufrimiento humano un “mercado de intercambio”, donde aquel que oferta más cadáveres (y con ello refleja un superávit comercial del terror) resulta ser el más próspero.
Israel sufrió un ataque terrorista que logró penetrar y lacerar la médula de su sistema nervioso. Un ataque que en lugar de poder evocar los atentados del 11 de septiembre; la guerra de Yom Kippur de 1973 -con la que el ejército árabe más poderoso de la década de 1970 (Egipto) atacó por sorpresa a Israel-, o la ofensiva Tet de 1968 -ataque sorpresa del Viet Cong sobre Saigón en el año nuevo vietnamita-, encuentra mayor analogía con el ataque -relámpago- sufrido por los Estados Unidos en 1941: Pearl Harbor.
Un agresivo adversario, al que se subestimó en voluntad y capacidades, aunado a la actitud altiva de un gobierno, que se encuentra aprisionado por el desencuentro y el choque de intereses, han logrado hacer que el concepto de “ataque sorpresa” nuevamente adquiera un significado confuso. Esto, cuando el Estado que alberga los servicios de inteligencia más sofisticados del planeta fue incapaz de atender el principio más elemental que ha sido inculcado por su propia escuela: Inteligencia es información e información es inteligencia.
Primera parte: perfil informativo sobre la Franja de Gaza
Es oportuno iniciar este apartado destacando que el pueblo palestino está formalmente administrado por dos facciones políticas. Por un lado, tenemos a Cisjordania (West Bank) dirigido por el Estado “Secular” de Palestina (del grupo Al Fatah), el cual cuenta con el reconocimiento de 139 naciones; a su costado sur occidental tenemos a la Franja de Gaza, que desde el año 2007 está dirigido por el grupo militante “islamista” Hamas, después de haber defendido por las armas su triunfo electoral (en contra Al Fatah) en el año 2006. Siempre que nos dirijamos al pueblo palestino debemos tener presente que nos encontramos frente a dos distintas gestiones administrativas, posicionamientos ideológicos y formas de concebir la existencia del Estado de Israel.
La escisión de ambos grupos, el primero moderado y el segundo de ideología nacionalista extrema, obedece a la forma en que dichas entidades han buscado construir un Estado Palestino, después de los acuerdos de Oslo de 1993. Si bien, ambos han coincidido con la partición territorial que existía en 1967, antes de la guerra de los 6 días (Resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas), el grupo Hamas pretende hacer válida esa partición, pero negando la existencia contigua de un Estado Judío (Al Fatah acepta dicha coexistencia desde el año de 1993).
Sería en el año 2008, ya con el dominio absoluto del movimiento Hamas sobre el territorio de Gaza (movimiento formado por el Imam Sheikh Ahmed Ismail Hassan Yassin en el año de 1987), cuando Israel -después de una serie de sangrientos enfrentamientos que culminaron en 2009- iniciaría una serie de acciones destinadas a incomunicar a Hamas (y a su territorio controlado) de todo contacto con el exterior.
Previo a estas acciones de confinamiento, Israel ya había iniciado una contraofensiva en contra de la Franja de Gaza, producto de la primera Intifada que inició a finales de la década de 1980: en 1995 se construyó un muro de concreto y vallas electrificadas a lo largo de la frontera de Gaza; en 2001 Israel destruyó el Aeropuerto Internacional Yasser Arafat, el cual tan solo contaba con 3 años de operaciones; en 2005 Israel retiraría todos los asentamientos y tropas Israelíes que hasta ese momento habían existido dentro de esta franja territorial.
La nueva estrategia declarada en 2008 (fiel a esa estratagema desplegada al inicio del siglo XXI para hacer prescribir a toda autoridad autocrática) sería asfixiar al movimiento Hamas y, con ello, extinguir una peligrosidad que, sin embargo, culminó desbordándose gracias al apoyo auxiliar del movimiento armado Yihad Islámica, al subsidio armado e ideológico de Irán y, de forma más que involuntaria, al apoyo financiero de Qatar (del año 2012 al 2018, Qatar entregó mil 100 millones de dólares: destinados al alivio y desarrollo de los habitantes de la Franja de Gaza, y para moderar al movimiento Hamas). Ver: https://www.timesofisrael.com/qatar-gave-over-1-1-billion-to-gaza-strip-over-six-years-report/
Así es como surge lo que hoy se conoce como la “prisión al aire libre más grande del mundo”; la cual, por un lado, buscaría impedir el acceso de tecnología e insumos básicos que pudieran ser destinados a robustecer el dominio ideológico de Hamas y, por el otro, serviría para que Egipto e Israel ejercieran un estricto control de las fronteras que comparten con la Franja de Gaza.
Estrategia, basta señalar, que finalmente no ha logrado cumplir con su cometido, pero sí exacerbar el resentimiento y aversión que un territorio árabe -sumido en el hacinamiento, la pobreza y la opresión- guarda sobre el pueblo de Israel. -Abordemos esto-.
De acuerdo a Naciones Unidas, durante la segunda década de este siglo (2010-2019) un aproximado de 287 palestinos cruzaron la frontera de Gaza diariamente. Destacando que para el año 2000 (antes del inicio de la segunda Intifada) dichos cruces superaban los 20 mil. Ver: https://www.ochaopt.org/content/gaza-blockade-restrictions-eased-most-people-still-locked
En relación a las condiciones de vida al interior de este territorio, podemos hablar de una población donde seis de cada diez habitantes se encuentran atrapados en la pobreza y el 63% de los jóvenes, en condiciones de trabajar, se encuentran desempleados (en Cisjordania esta cifra alcanza el 23%). Considerando que Gaza ha sido continuamente castigada con recortes en el suministro de energía, la cual es abastecida por Israel -Gaza solo cuenta con una planta generadora de energía-, las condiciones de salubridad y sanidad son altamente alarmantes. Ver: https://www.pcbs.gov.ps/site/512/default.aspx?lang=en&ItemID=3787
Es en este punto, donde puede quedarnos en claro por qué la peligrosidad de Gaza, bajo el control de Hamas, se materializa hoy en día gracias a la correlación de una dupla de recursos vitamínicos que son los encargados de nutrir la existencia y el vigor de este grupo.
Un confinamiento territorial que es subvencionado por una ideología extrema que controla y reprime, fácilmente, a un espacio geográfico de las dimensiones de Ciudad Juárez, Chihuahua, pero con una población de más de 2 millones de habitantes, y la gradual exposición de un gobierno israelí, el cual ha hecho de la pugna política, y del rechazo a los fundamentos constitutivos de su nación (reforma del aparato judicial), los temas más relevantes de su agenda política nacional.
Dos parámetros, que indiscutiblemente fueron evaluados por el Director de la CIA, William Burns, cuando en abril pasado expuso ante el Embajador David Satterfield la siguiente preocupación: “A pesar de lo prometido por los Acuerdos de Abraham (Acuerdos entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein para buscar la normalización de las relaciones entre estos países) y el proceso en curso hacia la normalización de las relaciones entre Israel y más estados árabes (Arabia Saudita), las tensiones en la región, entre Palestina e Israel, amenazan con estallar nuevamente”. Ver: https://www.cia.gov/static/4888127e2193ed9bf68b9ccfb7b36197/DCIA-at-Rice-University-11-April-2023.pdf
El pasado 7 de octubre Israel fue sorprendido, -con estrecha similitud a lo sucedido en Pearl Harbor en 1941-, por un enemigo al cual se le consideraba reducido e incapaz de asestar un golpe. Un ataque sorpresa que, a diferencia del perpetrado por Japón hace 82 años, ha logrado cumplir con su cometido. Hamas ha avivado un poderío que se consideraba extinto, y cuyo desenlace difícilmente podrá replicar al consumado hace ocho décadas.
Más de 140 rehenes a ser negociados (en el año 2011 Israel intercambió a 1,027 prisioneros palestinos por “solo” un soldado israelí aprisionado en Gaza), una negociación en curso con Arabia Saudita (principal adversario de Irán en la región), y escasez de recursos bélicos, por los obstáculos impuestos por el Congreso de los Estados Unidos para continuar financiando a Ucrania en su guerra, son los principales elementos que limitarán a Israel de poder actuar de forma impulsiva y arrebatada. De hacerlo, simplemente inclinaría el tablero estratégico en favor de sus principales adversarios: Hamas, Hezbollah, Irán y Rusia.
En nuestra siguiente edición abordaremos el perfil informativo del segundo parámetro de análisis (información) que hoy nos convoca: Israel.
José Manuel Melo Moya.
Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma Metropolitana. Ganador de la “Medalla al Mérito Universitario”.
Posee diplomados en análisis económico, inteligencia y estudios prospectivos por la Organización de los Estados Americanos (OEA), Escuela de Inteligencia Antidrogas (Colombia) y la UNAM.
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