Lo mejor de los juegos Olímpicos de París ha sido la participación de Celine Dion, interpretando “el himno del amor” que hizo famoso la cantante Edith Piaf, que sigue vigente al paso del tiempo y con canciones de aportes universales.
De una inauguración que pretendió “le magnifique”, quedó en la ofensa religiosa a una confusión ante la distorsión de un cuadro de performance del festín de los dioses del Olímpo, con un cierto sesgo de malicia desproporcionada a la última cena de Jesús, que fue plasmado en el histórico cuadro de Leonardo Da Vinci.
Bien, pueden llamarse los juegos de la ingratitud en contra de aquellas naciones que durante la Segunda Guerra Mundial, fueron al rescate y en defensa del orgullo francés que pretendió mancillarse en una guerra irracional como han existido siempre en la historia de la humanidad.
Pero, del intentar pasar a la innovación de lo sustentable, ha quedado el mal sabor de boca del fracaso con las múltiples quejas de los deportistas ante las camas de cartón como de piedra, sin un colchón que les diera buen descanso y sin la posibilidad de poder conciliar el espíritu con la mente ante la falta de aire acondicionado o al menos un ventilador.
Las competencias en el contaminado río Sena de bacterias peligrosas que enfermaron a los participantes de nado y las de aguas abiertas con la lejanía para encontrar el lugar ideal.
Una Villa olímpica en donde la exitosa y tradición culinaria de siglos de todo un país que ha exportado al mundo, quedó igualmente en un fracaso con las dietas fallidas ante la falta de carne y huevos, además con alimentos descompuestos y con gusanos que fueron denunciados por los atletas ofendidos al emularse el mal trato a los derechos humanos y universales de los deportistas, como nunca había pasado en unas olimpiadas tan disparatadas.
Pidieron perdón por la confusión a una supuesta ofensa religiosa, y se han dejado de lado todos los errores y fallas en la organización hasta por robos a pertenencias materiales a los atletas y de la foto emblemática que recorrió el mundo del deportista que durmió en un parque al no soportar la cama de cartón como cama de piedra y preferir el clima natural del aire libre, al aire contaminado de una habitación.
Los dioses del Olimpo estarán molestos por el mal trato a los deportistas y en donde se evidencia que las olimpiadas deben llegar a su fin por la explotación de los deportistas y las luces del poder de directivos que como la mexicana Ana Gabriela Guevara, disfruta del lujo de hoteles y restaurantes, mientras permanece el mal trato a los deportistas nacionales.
Y después de tan mala actuación al frente del deporte en México, con Ana Gabriela Guevara, el mayor error para el país, sería que repitiera en el cargo por los malos tratos y ofensas a los deportistas en donde la prepotencia y desplantes emocionales inhumanos no corresponden a la fraternidad deportiva, que debe existir en los atletas nacionales, que enfrentan la peor época del deporte en estos lares por los directivos perdidos en el espacio y en un mundo surrealista de malos manejos de los recursos públicos en donde hasta se emula el estilo de Al Capone en el otorgamiento de contratos y servicios en un mal accionar que evidencia ausencia de eficiencia y probidad. Andale. Así las cosas.
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