La violencia está causando graves estragos en nuestro país. Cada día vemos con bastante malestar que dondequiera se viven situaciones dolorosas generadas por esta situación, la cual trae en jaque a nuestros gobiernos.
He escuchado testimonios de jóvenes que equivocaron el camino, pero que se dieron cuenta a tiempo y cambiaron su manera de actuar al entender que su comportamiento no era el adecuado. Cuando se les pregunta el porqué de su conducta agresiva, contestan con cierto rencor que les tocó vivir en sus hogares escenas muy desagradables y fueron testigos de cómo sus padres maltrataron a su madre y ellos fueron golpeados sin ninguna razón.
Hace algunas décadas nuestra juventud se rebeló porque muchos de ellos vivían situaciones similares y entonces se hicieron llamar los “Rebeldes sin Causa”. Vaya que dieron graves problemas a la sociedad. Los años fueron transcurriendo, algunos se metieron tanto en las drogas que terminaron perdiendo la vida. Otros quedaron con secuelas y problemas mentales que los anularon.
No podemos olvidar que el hogar es la primera escuela donde se forjan los individuos y que depende en gran manera de la enseñanza aprendida allí lo que han de ser con el paso de los años. A un niño que no ha recibido amor ¿cómo se le pude pedir que ame si vive en continua violencia? El problema es muy serio. Nada más una muestra de ello es el bullying que sufren muchos niños y niñas de manos de compañeros agresivos que fueron víctimas de algún tipo de violencia, o que fueron abusados.
Quienes actúan de esa manera tratan de sacar el odio que llevan dentro, que los consume, y buscan quien pague las cuentas pendientes, sin importar que no sea quien los dañó. Los niños que han tenido la desgracia de crecer en ambientes violentos han quedado marcados para toda la vida. Mientras la violencia siga imperando en los hogares nuestra sociedad seguirá sufriendo los efectos.
Los padres deberían estar conscientes de que sus acciones, sus hijos las van a repetir. Por eso es importante que los ayuden a crecer en un ambiente de amor y concordia. Dice la Escritura: “Los hijos son como flechas, que deben dar en el blanco”.
¿Queremos un país diferente donde la violencia no tenga cabida? Pues procuremos amar y disciplinar a nuestros hijos. Enseñémosles valores que son necesarios para que lleguen a ser hombres y mujeres que honren a Dios, a la patria, a la sociedad y a sus padres.
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