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Objetos perdidos

2020-11-19 | 07:34 a.m.
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“¿De quién son estas nalguitas?”. En la suite nupcial el emocionado novio le hacía una y otra vez esa pregunta a su tímida desposada. Ella, ruborosa, no respondía. Reiteraba el fogoso galán la interrogante: “¿De quién son estas nalguitas?”. Un azumbrado huésped pasó frente a la suite, y entre los humos del alcohol alcanzó a oír la pregunta, repetida una y otra vez: “¿De quién son estas nalguitas?”. De inmediato se dirigió a la administración y le dijo al encargado: “En el segundo piso se perdieron unas nalgas y las están voceando. Debería usted enviar a alguien a investigar de quién son”...

Babalucas sostenía una discusión con cierto amigo suyo. Le dijo éste, molesto: “Lo que pasa es que eres un mentecato”. “Ay sí -replicó el badulaque-. ¿Y a poco tú eres muy rico?”...

Su Majestad la reina y el príncipe consorte iban a caballo por el campo. En el camino vieron a un campesino y su mujer rodeados por una docena de hijos. Detuvieron sus cabalgaduras y la reina le preguntó al sujeto: “¿Todos son de ustedes?”. “Todos, Vuestra Majestad -respondió el hombre-. Más otros cuatro, los mayores, que se quedaron en la casa”. “¡16 hijos!” -exclamó con admiración la soberana. Se volvió hacia su marido y le dijo: “A este hombre deberíamos darle un condado”. En ese punto intervino la esposa del individuo: “El médico le ha dado varios, señora, pero nunca se los pone; por eso tenemos tantos hijos”...

Este amigo mío es tan escéptico que no cree ni en el escepticismo. Dice, por ejemplo, que el caso del general Cienfuegos terminará en agua de borrajas o caldo de carrizo, o sea en nada. La justicia norteamericana se mexicanizó, y como por arte de birlibirloque tuvimos a mi general de vuelta en casa. Mi amigo dice que en este asunto se queda con un comentario hecho en Estados Unidos por una voz autorizada según la cual nuestro país es “un frágil estado de derecho”.

Independientemente de la inocencia o culpabilidad del repatriado -nadie puede juzgar acerca de eso en las actuales circunstancias- lo cierto es que todo acabará en nada. Ya lo veremos, asegura mi amigo. Borrón y cuentos nuevos.

Un individuo pasó en su coche sobre un charco y mojó todo al padre Arsilio. Detuvo su vehículo y le preguntó, burlón, al sacerdote: “¿No me va a decir algo, padrecito?”. Respondió el bueno de don Arsilio: “Hijo: mi calidad sacerdotal me impide decirte lo que pienso. Pero la próxima vez que tu mamá dé a luz dile que me regale un cachorrito”...

Eran los tiempos en que las jóvenes todavía les pedían permisos a sus padres. Dulcilí le pidió al suyo que le permitiera ir a pasar un fin de semana en la playa con su novio Felisario. El riguroso genitor negó en foma terminante su autorización. “¿No confías en tu hija?” -le preguntó con sentimiento la muchacha. “Confío absolutamente en ti -replicó el señor-. Y también le tengo confianza a Felisario. En lo que no confío es en los dos juntos”...

Ya conocemos a Capronio: es un tipo majadero y desconsiderado. Su esposa le dijo: “Voy a llevar a mi mamá al zoológico”. “¡Ah no! -protestó el tal Capronio-. ¡Si la quieren que vengan por ella!”...

Afrodisio Pitongo es un hombre proclive a la concupiscencia de la carne. Cierta noche salió con una ingenua chica. Le dijo ella: “Ayer un muchacho me pidió un beso. Por poco me desmayo”. “¡Uh! -exclamó Afrodisio-. Entonces cuando oigas lo que voy a pedirte yo te vas a caer muerta”...

Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, le dijo  su criadita: “Voy a regalarte este negligé, Tolina. A mi marido no le gustó”. “Se lo agradezco mucho, señito -contestó la mucama-, pero seguramente cuando yo me lo ponga tampoco le va a gustar”. FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

En estos días de confinamiento no voy al cine.

En estos días de confinamiento todos los días voy al cine.

“Cine en pantuflas” se llama el que uno ve en su casa. Y en nuestra casa mi señora y yo vemos cada noche una película.

Ya tengo preparada la que veremos hoy. Es “Laura”. En ese clásico film aparece la actriz que, en mi opinión, tiene el rostro más bello de todos los bellos rostros que en el cine han aparecido: Gene Tierney.

Sus pómulos salientes, su piel alabastrina, sus insondables ojos de un misterioso color verde y sus labios perfectos hicieron de ella una figura inolvidable.

Hoy se cumple el centenario de su nacimiento. La fecha pasará inadvertida, pero no para mí, cinéfilo irredento y perpetuo adorador extático de esa hermosísima mujer cuyo rostro iluminó los años de mi juventud.

La vida es una imitación del cine.

La mía está hecha de los libros que he leído y de las películas que he visto.

Este día hago un recuerdo entrañable de Gene Tierney, y le doy gracias por haber vivido.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA

“Algunos diputados faltan con frecuencia a las sesiones”.

La Cámara anda tan mal,

tan sumisa al Presidente,

que merece cada ausente

la gratitud nacional.

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