Rocío Nahle conoce superficialmente a Veracruz, pues, aunque ya recorrió el estado en 2018 como candidata de Morena a senadora y ahora lo está haciendo como aspirante a la gubernatura, sin embargo, cada vez evidencia más su desconocimiento de la política veracruzana.
La disputa por el gobierno del estado es muy diferente a una contienda por una alcaldía –así sea la más importante–, una diputación o la senaduría.
Si ella estuviera compitiendo ahora por cualquier otro cargo de elección popular, quizá nadie se habría preocupado por investigar a fondo su situación patrimonial. Pero la disputa del gobierno de un estado histórico, rico en recursos naturales y sobre todo con el cuarto padrón de electores del país, desata todo tipo de pasiones y ambiciones no sólo entre los grupos de poder político y económico locales sino también del ámbito nacional.
Desde antes de la alternancia del poder presidencial e inclusive aún después del rompimiento de la hegemonía priista en el año 2000, la disputa de la candidatura a gobernador al interior del priismo solía desatar una encarnizada guerra mediática entre los aspirantes a gobernar Veracruz vinculados a quienes ambicionaban la Presidencia de la República.
En 1974, por ejemplo, una declaración al influyente diario capitalino Excélsior hecha por el tuxpeño Jesús Reyes Heroles, entonces dirigente nacional del PRI –“Yo como veracruzano no he votado por él”–, tumbó al recién destapado subsecretario de Gobierno, Manuel Carbonell de la Hoz, y posicionó al exsecretario de Trabajo, Rafael Hernández Ochoa, en ese entonces diputado federal por Misantla.
En 1992, el presidente Carlos Salinas impuso a su secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, Patricio Chirinos, desplazando al senador Miguel Alemán Velasco, quien encabezaba las encuestas y cuya popularidad ponía en riesgo el proyecto presidencial de Luis Donaldo Colosio, el exsecretario de Desarrollo Social que sería asesinado dos años después en la colonia Lomas Taurinas, de Tijuana.
Alemán Velasco llegaría a la gubernatura en 1998, cuando la cúpula priista advirtió que podían perder el gobierno de Veracruz ante la inminente postulación del exprocurador general de la República, Ignacio Morales Lechuga, quien pretendía encabezar la alianza PRD-PT-PVEM, lo que no consiguió el abogado pozarricense ya que un supuesto acuerdo de Alemán con el ex líder perredista Cuauhtémoc Cárdenas abortó la coalición. El partido del sol azteca nominó al exdiputado federal y exsenador Arturo Herviz, y Morales Lechuga fue abanderado solamente por los partidos del Trabajo y Verde Ecologista.
Alemán quiso ser candidato presidencial en el 2000 y luego en 2006, pero primero se le atravesó el secretario de Gobernación, Francisco Labastida, y después el dirigente nacional del PRI, Roberto Madrazo.
En 2004, la pugna interna priista por la gubernatura se dio entre Fidel Herrera, Miguel Ángel Yunes Linares y el exdirector de Banobras, Tomás Ruiz, quienes ante la postulación del cuenqueño terminaron renunciando al partido tricolor. En 2012, Herrera Beltrán también quiso ser candidato presidencial pero lo desplazó el exgobernador mexiquense Enrique Peña Nieto.
Acaso Rocío Nahle, quien ayer informó que denunció ¡ante la FGR! a quien resulte responsable “por la guerra de agravios y señalamientos contra su persona y familia en este periodo electoral”, ¿ignoraba que se expondría al escrutinio público de los veracruzanos en la disputa por tan relevante gubernatura? Tarde se dio cuenta que no resultó un día de campo, como equivocadamente suponía.
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