Sin duda alguna, Elena Poniatowska, Elenita, es hoy por hoy la periodista más completa y con mayor sensibilidad social que haya tenido México, pese a haber nacido hace 90 años en Francia y provenir de cuna aristocrática. El jueves 19 le rindieron un homenaje nacional en la ciudad de México.
Elenita es ejemplo, para muchas mujeres periodistas y comunicadoras, de que es posible combinar la excelencia en la escritura de crónicas, entrevistas, cuentos y novelas con la participación política, aunque su rostro de ingenua no se le quite nunca, engañando al respetable para que crea que la manipulan o la utilizan.
Hasta hoy, la periodista ha caminado a favor de las causas de los damnificados, los desaparecidos, las madres buscadoras de sus hijos, las costureras, las esposas de los presos políticos. Sus grandes textos relacionados con tragedias como la matanza de Tlatelolco o el terremoto del 85, más su novela cumbre, Hasta no verte Jesús mío, entre muchas otras, revelan su enorme empatía con el ciudadano de a pie, cosa difícil de encontrar en un buen escritor.
Por mujeres como Elenita, que ha relatado las movilizaciones populares, estudiantiles, obreras y de resistencia, para plasmar en su quehacer literario sus colores, sufrimientos y anhelos, hace cuatro años el país entró en una nueva etapa.
La época de transformaciones que estamos viviendo, con acelerados cambios, algo tiene de todas las elenas que sin mucho renombre activan en el país, haciendo presión para que el gobierno federal no pierda el pulso en su tarea de hacer justicia y cambiar el rostro a un México que sigue desangrado por la violencia, las desapariciones, los asesinatos, los feminicidios: la negra herencia del felipazo, del peñismo y lo que le toca a López Obrador.
Referentes nacionales como la Poniatowska son, en estas horas cruciales para Oaxaca, un motivo que puede animar al comportamiento de cientos de hombres y mujeres que luchan por instalar un cambio verdadero, no solo en el discurso, sino uno que beneficie a quienes menos tienen y no a la nueva clase política y empresarial que ya se está nucleando en torno a la candidatura triunfadora de morena.
No hay duda de que Salomón Jara será gobernador; de ahí la enorme responsabilidad en su comportamiento, en sus actos, en sus actitudes, en su capacidad organizativa y de planeación, por lo que deberá dejar atrás el sectarismo propio de la izquierda estalinista, al estilo “los chuchos”, que terminaron orillando a López Obrador a que formara el Movimiento de Regeneración Nacional, feliz decisión que llevó al partido amarillo a apoyar, como hoy lo hace en Oaxaca, a su enemigo histórico: el PRI, con el que se refocila políticamente, no importando si es con los Avilés, los Murat, los Ulises o los que queden tirados en el campo de batalla.
Aunque todavía habrá que cuidar la elección para evitar compra de votos, y llamar al sufragio masivo, pues el abstencionismo hace daño a cualquier gobierno legítimo, Oaxaca tiene el derecho a votar en libertad, sin amenazas ni presiones. Y en esto todos debemos colaborar, sin exclusiones de ninguna especie.
Sería criminal repetir hacia 2022-2028, el espejismo en que caímos quienes impulsamos los “cambios” anteriores que finalmente fueron solo de estafeta, sin que se profundizara y se demolieran las estructuras que sostenían el viejo régimen que todavía usufructúa Alejandro Murat, quien ya se cree con estatura presidencial, pero olvida el hoyanco en que deja sumida a la entidad, con problemas multiplicados, divisiones, enfrentamientos comunitarios, bloqueos y enormes muestras de corrupción y abuso de poder.
Oaxaca no ha tenido la suerte de que, hombres como López Obrador, se hayan hecho cargo de su conducción para comenzar a desterrar de raíz todos los males existentes. Y lo que es peor: que no se haya gobernado a favor de la gente, sino solo para las élites, para algunas familias, clanes, equipos y contertulios.
El fracasado debate de las y los candidatos, donde los más lastimados resultaron ser el jarocho Avilés y un hermano de Salomón, es muestra palpable de que nos hace falta mucha cultura de confrontación de ideas, más que de epítetos e insultos; requerimos la exhibición pública de programas y un esbozo de plan de gobierno que ofrezca salidas emergentes y duraderas a la crisis que en todos los órdenes padece Oaxaca. Propuestas que aterricen en el bienestar local, sin colgarse de los esfuerzos nacionales. Más discusión de altura, menos “grilla”.
@ernestoreyes14
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