José Ignacio Ordóñez Rodríguez
Porque el recuerdo es sólo un ejercicio
del olvido, yo atesoré en los muros de agua
la emigración de las estrellas como niñas
locas sin su ccauda.Y una liturgia cantada
adelantó los pasos de aquella mi condena.
¿Acaso fueron peces las voces
que confundí en la madrugada,
peces con lengua de hombres
ancianos en la suave arena?
Hijos por siempre en el anzuelo
serán como jurarte en vano a los milagros.
Se escucha el ruego. La luz trazó donde gotea
el mundo y un remolino de aire en alto cúmulo
nos deja ver lo inconfesable: un dios, sin cuerpog irando en el vacío.
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