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Columna:

De política y cosas peores

Lección para maridos

2020-09-27 | 09:48 a.m.
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El cuento que este día voy a relatar podría llamarse “¿De quén chon?” o “Lección para maridos”. Doña Gorgona, la esposa del señor Porritas, quiso conocer el Cochibamba, cabaret de moda. “Oh no, mujer -se azaró el señor Porritas-. Jamás he estado en ese sitio, pero según he oído es un antro de muy mala muerte y de peor vida, un infecto tugurio donde toda inmoralidad tiene su asiento y toda truhanería hace su habitación. Una señora casada como tú nada tiene que hacer en un lugar así”.

Replicó doña Gorgona: “Todas mis amigas han ido a ese centro de espectáculos, y me dicen que se divirtieron mucho. Yo también quiero ir”. Cualquier marido sabe que cuando una esposa se propone algo siempre lo consigue: no hay hombre que resista el sutil poderío de su mujer, si el tal hombre tiene el alma en su almario y es además un caballero.

Así el señor Porritas acabó cediendo a las repetidas instancias de su cónyuge y accedió por fin a ir con ella al famoso Cochibamba, cabaret de moda. Llegados que fueron al lugar el portero se llevó la mano al sombrero de copa que lucía como parte de su atuendo y saludó con evidente familiaridad al recién llegado: “Buenas noches, señor Porritas”. Doña Gorgona se atufó. “¿No me dijiste que nunca has venido a este lugar?”. “Y no he venido nunca -aseguró él-. Oíste mal. El portero dijo ‘Señor Borritas’”.

El capitán de meseros acudió a recibir a la pareja. “Qué gusto verlo, señor Porritas” -se inclinó ceremonioso. Otra vez doña Gorgona se encrespó: “Veo que te conoce. ¿Y dices que no has venido aquí?”. “Te repito que jamás he estado -reiteró el señor Porritas-. El hombre es mi cliente desde hace algunos años. No sabía que trabajaba aquí”. Vino el mesero a levantarles la orden.

“Hola, señor Porritas -dijo amistosamente-. ¿Otra vez por aquí?”. Subió de tono la indignación de la señora. ¿Y todavía te atreves a decir que no has venido a este antro? ¡Eres un mentiroso!”. “Te he dicho la verdad, mujer -protestó el señor Porritas-. Seguramente el capitán le dio mi nombre al camarero, y éste me dijo lo mismo que les dice a todos”.

En eso se apagaron las luces del local y un reflector iluminó el escenario. Apareció el maestro de ceremonias, de smoking, bigotito teñido, zapatos de charol y cabello engominado. “Buenas noches, señoras y señores -dijo con engolado acento-. Les damos la bienvenida al Cochibamba, el lugar donde cada noche se da cita la buena sociedad. Voy a pedirles un aplauso para alguien cuya presencia nos honra y engalana siempre: ¡el señor Porritas!”.

Sonaron las palmas y se oyeron gritos de los asistentes: “¡Quihubo, Porritas!”. “¡Bravo, Porritas!”. “¿Cómo estás, Porritas?”. El señor se aturruló. “No sé de qué se trata esto -le dijo confuso a su iracunda esposa-. Será una broma que le hacen a los que vienen por primera vez al cabare”. En eso salieron las coristas bailando un son morucho cuyo estribillo decía: “¡Qué bonitas! ¡Qué bonitas!”. De pronto se volvieron de espaldas, se agacharon, mostraron el derrière y gritaron desfachatadamente: “¿De quén chon estas nalguitas?”. Respondieron ellas mismas: “¡Del señor Porritas!”, a coro con los hombres de la orquesta, los meseros, los asistentes todos y los taxistas que esperaban fuera.

Entonces sí ya no se pudo contener doña Gorgona. Se levantó de la silla y empezó a darle a su casquivano marido fuertes golpes con su bolsa ante la risa de la concurrencia. Colorado como un tomate salió a trompicones el señor Porritas seguido de su fiera consorte, que hecha una furia le daba de bolsazos una y otra vez. Vio aquello el portero y comentó meneando la cabeza: “Esta noche sí que le salió brava la mujer, señor Porritas”. FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

Historias de la creación del mundo.

Al principio no había estrellas en el cielo.

¿Se imaginan ustedes un cielo sin estrellas? Aquello era como estar en la Ciudad de México, en Tokio, Los Ángeles o Nueva York.

La Luna estaba sola allá en lo alto.

Y como estaba sola estaba triste.

El buen Dios se compadeció de la pobrecita Luna, y para que la acompañaran hizo a las estrellas.

Con el mismo fin hizo también a los poetas y a los enamorados.

Ahora todos ellos forman un bonito grupo: la Luna, las estrellas, los poetas, los enamorados.

Y el buen Dios.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA

“Escasea en Europa la lana virgen”.

Me vienen raras ideas:

según mi leal entender

lana virgen ha de ser

la de las borregas feas.

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