Con la llegada de Joseph Biden a la presidencia de los Estados Unidos, han retornado a esa nación la civilidad, la mesura y el respeto a la Ley.
El nuevo gobierno ha tenido un buen comienzo. En su discurso inaugural el presidente Biden llamó a la ciudadanía a la concordia, a la unidad, a la tolerancia, al respeto a la diversidad de opiniones, al diálogo y al trabajo a favor de su país.
No llegó a reclamar ni a insultar a nadie, menos a descalificar a sus opositores. Tampoco a denostar al mandatario saliente. Por el contrario, ofreció gobernar para todos incluyendo a quienes no votaron por él.
Sembró así paz y esperanza.
Con ello espera restañar las heridas abiertas causadas por el divisionismo y el populismo desbordado que impulsó su antecesor, cuyos discursos extremistas hicieron que un grupo de simpatizantes radicales tomaran por asalto el Congreso de los Estados Unidos, en un intento desesperado de frenar y descarrilar el cambio de administración.
Afortunadamente, allá las instituciones y los contrapesos sí funcionan. Operaron eficazmente y en automático, neutralizando así el radicalismo exacerbado que puso en riesgo la estabilidad de la democracia norteamericana.
Haciendo comparaciones odiosas, muchos mexicanos se manifestaron en las redes sociales afirmando sentir envidia de la buena, al contrastar el comportamiento de un estadista con el de un político.
Como Ustedes saben, el estadista piensa en cómo llevar a cabo acciones que beneficien a las futuras generaciones; mientras que el político solo piensa en cómo le va a hacer para ganar la próxima elección.
Mientras no entendamos que gran parte de nuestros problemas los ocasionamos nosotros mismos cuando no acudimos a votar o lo hacemos usando el hígado y no la cabeza; las cosas no cambiarán y seguirán llegando al poder los iluminados, los demagogos, los incompetentes y hasta los ladrones. Basta con que cualquiera de éstos regale espejitos a las masas o despilfarre a manos llenas el dinero de nuestros impuestos, bajo el cobijo de programas sociales que no fueron diseñados para abatir la pobreza, sino para mantenerla y contar con votos cautivos que les permitan ganar las elecciones.
De continuar así, seguiremos rezagados como nación.
Es necesario por eso participar en política votando, animando a los buenos ciudadanos para que se postulen a cargos de elección popular y exigiéndoles a los partidos abanderar a los mejores prospectos. No queremos en los cargos públicos más personas improvisadas, ni tampoco maletas y mucho menos maleantes.
Recordemos que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
¿No les parece a Ustedes?
Muchas gracias y buen fin de semana.
¡Hasta pronto!
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