No hay palabras para descifrar el dolor de los familiares de las víctimas de la pandemia, que cada día avanza en su letalidad maligna.
Muchas son las historias de dolor a las tragedias que nos ha tocado ver y vivir, padecer en momentos inexplicables de lo que deja a su paso este mal, en donde nadie escapa a los efectos del peligro de un contagio que muchas veces se producen por la irresponsabilidad de los que ordenan y mandan en las fuentes de empleo y no se miden las consecuencias.
Los casos van en aumento de las circunstancias de quienes obligan a personas vulnerables a presentarse a laborar y no se miden las consecuencias, cuando después se han dado los desenlaces sobre todo de las madres en estado de gestación o de personas con enfermedades crónicas.
Las historias se escriben como un reflejo de que, entre los seres humanos, en muchos casos el espíritu de compasión no da a diferencia de las especies del mundo animal que defienden y hasta se viven los momentos de solidaridad.
Aun así, con todas estas situaciones problemáticas y confusas la vida sigue en un desgaste diario de exponencial peligro de contagio, y las estadísticas crecen de víctimas, de personas hospitalizadas y de otros que se resguardan en sus hogares con el apoyo cuidándose de sus familiares para el restablecimiento pronto de la salud.
A pesar de que los momentos de mayor maldad entre la gente, se han observado muchos casos de los jefes que en el sector público y en algunas empresas privadas, han obligado a presentarse a las personas vulnerables y muchos, entre hombres y mujeres, sobre todo embarazadas, se han dado lamentablemente los decesos.
La pandemia en México sigue creciendo en las estadísticas negativas de muertes y contagios, porque en otros casos mucha gente sucumbe a la tentación de los festejos y las celebraciones, y por lo mismo el mes decembrino dejó un incremento de contagios y de saturación de los hospitales por los enfermos registrados a causa de que muchos no cuidaron responsablemente de que el festejo será para los tiempos mejores.
Ahora comienza, el debate de los políticos y empresarios que les urge poner a los niños y jóvenes en las clases presenciales, exponiéndolos por el problema de que la pandemia se encuentra en un momento de mucha gravedad.
En los estados de Chiapas y Campeche, se quiere reactivar las clases presenciales que, por estar en semáforo verde, pero no se dan cuenta de que los maestros y maestra vienen de otros lugares y eso será muy peligro para la población.
Mejor que se esperen a que con el efecto de la vacuna se pueda retornar a una lenta normalidad, por los menos en los sistemas escolares y educativos en general en todos sus niveles.
El hecho de que los niños no tomen clases por internet o no, no va a pasar nada, ante todo privilegiar la vida.
En el estoicismo de la resiliencia y de la fortaleza espiritual es como se sigue adelante, porque en este momento no hay tiempo para tristezas, y ante todo se debe seguir protegiendo a todas las personas vulnerables en los momentos más difíciles de esta pandemia, que ha puesto en peligro a toda la humanidad y no existen palabras para describir el dolor que a las familias les ha tocado vivir en la desesperación y hasta las lágrimas, pero se debe seguir por las actuales y futuras generaciones con mucha responsabilidad.
Ojalá y de todos se entienda que solo con la solidaridad humana de unos y otros se podrá mitigar al máximo los efectos letales de una pandemia, a la que no se les ve el fin en un gran desastre que ha dejado en la pobreza a muchos, a otros sin trabajo y en una lucha diaria que debe seguir con mucho cuidado.
Dios mediante. Así las cosas.
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