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10 de febrero del 2025
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Columna:

La soberanía de un país y la distorsión para no atender las normas internacionales

2025-02-10 | 07:15 a.m.
La soberanía de un país y la distorsión para no atender las normas internacionales
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En el ámbito del derecho internacional, la noción de soberanía es fundamental para comprender la dinámica de las relaciones entre los Estados. La soberanía, entendida como el poder supremo e independiente de un Estado sobre su territorio y gobierno, es un principio cardinal que guía las acciones de cualquier nación. Sin embargo, en ocasiones este concepto es utilizado para justificar el incumplimiento de normas internacionales, generando distorsiones que pueden tener consecuencias significativas en el escenario global.

Históricamente, la soberanía ha sido la piedra angular sobre la que se han edificado las identidades nacionales y las estructuras de poder. No obstante, en un mundo cada vez más interconectado, donde los desafíos trascienden fronteras, el respeto a las normas internacionales se torna indispensable para asegurar la paz, la seguridad y el progreso colectivo. Las convenciones, tratados y acuerdos internacionales buscan precisamente armonizar las leyes, dirimir conflictos y proteger derechos universales.

Es en este contexto donde surge la paradoja de la soberanía: pese a su función protectora, no puede ser invocada de manera arbitraria para eludir responsabilidades compartidas. El principio de legalidad internacional establece que, aunque los Estados poseen el derecho soberano a autogobernarse, este debe ejercerse en consonancia con las obligaciones y compromisos adquiridos en el ámbito internacional.

El desafío radica en encontrar un equilibrio justo entre el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la necesidad de cooperar para enfrentar problemas que afectan a toda la humanidad, tales como el cambio climático, las crisis humanitarias y el terrorismo internacional. La negativa a cumplir con normas internacionales bajo el pretexto de la soberanía no solo debilita los principios del derecho internacional, sino que también socava la credibilidad y la posición de un país en la comunidad internacional.

En la práctica, esta distorsión puede manifestarse en forma de políticas internas que contravienen acuerdos internacionales, reticencia a participar en tribunales internacionales, o el rechazo a reconocer el fallo de organismos supranacionales. Si bien cada nación tiene el deber de proteger su integridad y sus intereses, es igualmente crucial participar en la construcción de un orden mundial basado en el respeto mutuo y la cooperación.

En conclusión, la verdadera soberanía de un país en el siglo XXI no reside únicamente en su capacidad para actuar de manera unilateral, sino en su habilidad para integrarse en un entramado global en el que la solidaridad y el cumplimiento de las normas internacionales son fundamentales para el bienestar común. Promover una comprensión más matizada y responsable de la soberanía permitirá a las naciones trabajar hacia un mundo más justo y equitativo, donde las reglas compartidas no sean vistas como un obstáculo, sino como un puente hacia la estabilidad y el progreso.

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