Hace varios meses, los miembros del Frente Nacional Anti López Obrador conocieron la calle, el frío y la lluvia. Acostumbrados a ver a México desde la ventana más alta, realizaron manifestaciones afuera de Palacio Nacional desde la planta baja de sus automóviles, como si los bocinazos fueran más patrióticos que las consignas de sus propias voces. Luego instalaron tiendas de campaña sobre el Zócalo, jurando que solo se irían cuando “López” finalmente renunciara, y el viento, al que no se le puede acusar de chairo, demostró que la mayoría de las carpas estaban vacías cuando las hizo revolotear en el aire.
El ridículo ha sido un rasgo adherente de esta nueva oposición. Ante la polémica decisión del gobierno de blindar sus obras primordiales bajo el argumento de la seguridad nacional, Denisse Dresser publicó en Twitter: Nos acaban de dar un golpe de Estado. El decretazo presidencial implica rendición del poder civil ante el poder militar.
He perdido la cuenta de cuantas veces han intentado asustar a la gente diciendo que ahí viene el lobo de la dictadura. Según mis cálculos, ya deberíamos estar peor que Venezuela, según los presagios de los eternos odiadores de López Obrador. El buen Poncho Gutiérrez tiene razón cuando dice que ya nadie le cree nada a la oposición más mitómana de la historia: son lo mejor que le pudo pasar a AMLO y lo peor que le pudo pasar a la discusión pública.
Así como antes los chairos afirmaban que Peña Nieto tenía cáncer, que había matado a su esposa a golpes porque ella lo había descubierto en la cama con un amante homosexual, y tantas otras barbaridades, ahora los papeles se han invertido y entonces escuchamos del otro lado estupideces, como que el 70% de la Guardia Nacional está conformada por venezolanos, que la torre de control del aeropuerto Felipe Ángeles está chueca, que le pagaron cien dólares a cada migrante que le aplaudió a AMLO en Nueva York, que si su hijo usa chamarras Gucci, que están prohibidos los paneles solares, que el comunismo, que la dictadura, que la reelección, que el golpe de Estado.
Esa oposición constantemente se equivoca en sus predicciones calamitosas, y amparados por la estrechez de la memoria colectiva, poco se les reclama cada vez que advierten que el fin del país está, ahora sí, más cerca.
Algunos, como Mariana Gómez del Campo, comparten chistes clasistas que hacen mofa de simpatizantes de Morena, mientras se preguntan por qué la gente no vota por ellos. Otros, como Eduardo Caccia en su infame columna publicada por Reforma, creen que la mejor manera de conectar con las clases trabajadoras es rebajando el habla de las élites a un lenguaje de barrio ridículo, estereotipado e imbécil. Y hay quienes, como Claudio X González, acusan a los votantes de López Obrador de colaboracionistas y piden que se tome nota de quienes creyeron en ese proyecto.
Fernanda Familiar, en su programa de radio, afirmó que los nuevos libros de texto gratuitos iban a manipular a la infancia mexicana para que su ideología fuera el franquismo, el nazismo, el comunismo soviético y el socialismo venezolano. Qué ofertón, cuatro ideologías en un mismo paquete. No hay nada más que explicar, añadió Familiar al final de su comentario con absoluta desfachatez. La senadora Kenia López compartió un video en donde le pregunta a un detector de mentiras para niños si López Obrador miente todos los días. Los “análisis” de Bárbara Tijerina sobre el lenguaje corporal de AMLO son una joya de humor involuntario. Francisco Martín Moreno escribe novelas pésimas sobre la “destrucción obradorista”, su mala prosa no contiene datos serios, pero el autor se justifica alegando que él trabaja algo llamado periodismo de ficción, un género tan extraño que pareciera un oxímoron. ¿Alguien se acuerda que hace tres años juraba que el presidente iba a reelegirse? ¿Y los que aseguraban que el dólar se cotizaría en cuarenta pesos por el mal manejo de la economía? ¿Por qué el gobierno no me ha obligado a compartir mi casa con otras cinco familias?
Hay que decirlo. Tenemos una oposición mentirosa, pusilánime, ignorante y estúpida.
Son una mala caricatura. Piensan que la voz del pueblo está en Twitter y que la cantidad de likes define el rumbo nacional. Enloquecen si ven a Claudia Sheinbaum con un café de Starbucks en la mano o comiendo tacos de canasta en la calle, y en vez de atender los problemas importantes del país, prefieren fijarse en los zapatos sin bolear del presidente.
Nobleza obliga a reconocer que dentro de la oposición también hay algunas voces críticas al gobierno que son bienintencionadas, honestas y necesarias. A mí me parece que la pluma más brillante en contra del gobierno de AMLO es la de Jesús Silva Herzog Márquez. Por lo mismo, lamento que las ridiculeces de la oposición suelan opacar la inteligencia de sus textos.
Leonard Cohen dijo que a veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quiénes están del otro lado. Y si en un lado tienen a gente como Vicente Fox, Chumel Torres, Fernanda Familiar, Gabriel Quadri, Lilly Téllez, Laura Zapata, Pedro Ferriz de Con, Javier Lozano, entre otros, pues supongo que la decisión está sencilla.
Twitter: @marianomoreno7
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