Las distintas variables en el campo del marketing y el estudio de la opinión pública, se visualizan con absoluta discreción en los distintos rangos, en donde se puede hacer una encuesta, entrevista a profundidad o un simple sondeo de opinión, sin llegar a ofender a las personas, más allá de lo que se pueda percibir.
Los diversos rangos de edad, posición económica, nivel de estudios, sexo y hasta los rasgos étnicos, entre otros son parte de los estudios de los científicos y de expertos analistas.
En ese nivel de sensibilidad, nadie se atreve a ofender a las personas, porque se puede tratar de llegar más allá de los datos evidentes, pero con algunas preguntas directas se pueden encontrar las respuestas.
En el tema de los “aspiracionistas”, a los que se les ve como “clasemedieros” y dicho de forma coloquial, cada vez se entra más en una polémica innecesaria con una clase social a la que los gobiernos de todas las épocas les exige mucho.
Y las exigencias a la abultada clase media, va en todos los aspectos, desde las cargas impositivas, tasas de interés, pago de servicios y todo lo que signifique ver a millones de personas como una “jugosa ubre”, dicho en la metáfora y con capacidad de pago al consumo.
Pero que también, estas personas pasan la mayor parte de su vida trabajando, unos para obtener un precario retiro, otros para no poder pensionarse nunca a causa de las injusticias sociales y las reglas cada vez más difíciles de alcanzar, acorde a las disposiciones de comodidad de los gobiernos en turno y de todas las ideologías.
No hay que olvidar, aquella vieja frase de los economistas y especialistas en derecho laboral, de que el peor patrón, muchas veces se convierte en los personajes del gobierno de todas las esferas y competencias.
Ahora, con el discurso presidencial en este país, sé que se pretende “construir” una clase media más sensible, en la realidad esto suena falaz y paradójico, porque hasta se puede considerar como una especie de vendetta política a los que se dicen leen periódicos o tienen aspiraciones de subir en la escala social como cualquier ser humano, que se diera de reflexivo o con cierto nivel de capacidad intelectual.
Hay quienes creen que a esa disputa de clases sociales que siempre ha sido entre ricos y pobres, y nunca con los de la clase media que se van para abajo o suben, y sin problema de seguir en la lucha diaria por obtener recursos mediante el esfuerzo personal y laboral para subsistir en donde la competencia entre unos y otros hasta se agudiza y canibaliza.
Las opiniones del presidente, tienen riesgo de que se pudieran mal interpretar, como una intimidación a quienes a base de superación y esfuerzo se van labrando un mejor destino.
El lenguaje a analizar en el discurso de AMLO, se debe interpretar, con un sentido positivo, después de la segunda oportunidad de hablar del tema, en donde primero se detalló como “aspiracionistas” y ya después enmendó por decir que hay que cambiar a una clase media, por una más sensible a los problemas de la pobreza.
Las vertientes son difíciles, sobre un tema de conflicto en un debate en donde se confrontan unos y otros en una realdad, porque es cierto, los que han subido en la escala social a base de esfuerzo, de trabajo, de estudio y de superación, no quieren que el gobierno en este caso el federal, otorgue ayudas o apoyos a los pobres, y que no se les reconoce como “vulnerables, a los que tienen menos posibilidades de enfrentar una realidad económica y hasta política.
Este pensamiento “utópico” no debe mal interpretarse, simplemente es la clásica “utopía” de siempre por la que se puede luchar desde los gobiernos, pero sin cargar más el peso de la responsabilidad a los que son más en número de población, pagando impuestos y costosos servicios: los de la clase media.
AMLO, primero inició el debate a un alto nivel de polarización entre ricos y pobres, ahora se observa alguna cierta intención de poner en la palestra a los de la clase media contra ricos y pobres.
Simplemente, existe un cierto desnivel de las proporciones al poner en una confrontación estéril a los que estudian, tienen licenciatura, maestría o doctorado, y leen periódicos con los poderosos ricos y ahora con los pobres débiles afectados por un destino incierto.
El ambiente, se percibe, explosivo y complicado, porque la lucha de clases de siempre, se entiende que se da entre los pobres y los ricos, entre los dueños de los factores de producción y la clase laboral o trabajadora (clase media) como si se buscará ahora encontrar un cierto detonante, que es más peligroso.
Mientras, que los pobres son víctimas de esta lucha, cuando poco pueden hacer para subir un peldaño, y por lo mismo es cierto hay que tenderles un puente o como se dice por acá echarles “una manita” y que salgan adelante, en momentos de crisis agudas ante una pandemia y de una economía de alta competición, que pende de alfileres.
La rectora de la UV, Sara Ladrón de Guevara, ofreció su último informe de labores, y con esto prácticamente su despedida ante el fin de un ciclo natural en septiembre.
Los retos y satisfacciones fueron analizados en ocho años de actividad y con una buena dosis de aporte a la innovación.
En la USBI de Mocambo, estuvieron presentes como invitados al informe de la rectora, los alcaldes electos de Boca del Río y Veracruz, Juan Manuel Unánue y Patricia Lobeira, respectivamente.
Por cierto, el relevo en la secretaría de la función pública en el gobierno federal, cayó bien en tiempo y forma, aunque con algún sesgo de sorpresa, que se interpretó como un cese fulminante, pero casi se había anunciado de forma natural, después de algunos conflictos con Irma Eréndira Sandoval, relevada en el cargo por un personaje muy cercano al presidente AMLO y de todas sus confianzas, Roberto Salcedo, de mucha experiencia en el servicio público de alto nivel.
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