Hace muchos años oí decir a Maquío: Donde no hay competencia hay incompetencia.
Esa es una verdad enorme. La competencia nos obliga a todos a superarnos y a ser mejores, ya sea en el trabajo, en el deporte, en las profesiones o en cualquier disciplina.
La competencia, en un sistema de libre mercado, hace que quienes ofrecen productos y servicios de mejor calidad, a un precio razonable salgan adelante y triunfen gracias a la satisfacción de sus clientes que se convierte en lealtad. En cambio, los que brindan productos y servicios de pésima calidad a precios impagables terminan a la larga quebrando y cerrando, porque los consumidores podrán ser engañados una vez, pero no siempre. Por eso la libre competencia es buena. Quien sale siempre ganando es el consumidor.
Llevado este principio al ámbito político, la libre competencia permite que en teoría lleguen a los cargos públicos de mayor relevancia quienes están mejor preparados, sean más visionarios y además de honrados sean sobre todo eficientes. Subrayo que dije “en teoría”, porque aquí en México y en otras naciones también, quienes tienen más posibilidades de ganar las elecciones no son siempre quienes poseen esas cualidades sino candidatos que ofrecen de todo y sin medida, aún a sabiendas de que no podrán cumplir lo prometido. En muchas ocasiones llegan quienes compraron la candidatura o quienes sin tener las calificaciones ni merecimientos adecuados llegaron al cargo por pura suerte o accidente, ya que la ciudadanía hastiada del saqueo, terminó votando por personajes impresentables, en su intento fallido de salir de Guatemala y terminaron entrando a Guatepeor.
También tienen más posibilidades de ganar quienes gracias a un eficaz y costoso sistema de propaganda, hacen ver sus fracasos como triunfos y sus ocurrencias como verdades universales.
Por eso muchos políticos desvían el dinero público para promocionarse con espectaculares, bardas pintadas y eventos multitudinarios con acarreados para la escenografía, que cuestan un ojo de la cara y que difícilmente pagan con sus propios recursos. Confían en que la ciudadanía mareada con la propaganda, acabe olvidando sus fechorías y limitaciones.
Los gastos precampaña y campaña se cubren con aportaciones de contratistas agradecido$, proveedores comprometido$, funcionarios y gobernantes que saquean recursos públicos para financiar campañas, porque necesitan comprar protección para no ser llamados a cuentas por los desmanes y abusos cometidos en sus cargos.
Quieren tener la seguridad de que podrán continuar enchufados en la ubre presupuestal o al menos, se les permitirá retirarse a sus casas en santa paz, sin ser molestados, a disfrutar del dinero mal habido.
Por eso son capaces de todo, de traicionar a quien sea y hasta de perder la dignidad, con tal de llegar a tener aunque sea un pequeño coto de poder. Si eso se hace para acceder a cargos poco relevantes, imaginémonos por un momento los compromisos que deben adquirir para llegar a cargos de mayor jerarquía.
Todo esto lo narro a manera de introducción al tema electoral, mismo que conforme pase el tiempo adquirirá mayor relevancia.
Hay dos mujeres que aspiran a la Presidencia de la República. Una tiene el reto de remar contra corriente, enfrentar al sistema y corregir el rumbo para sacar a México del atraso, del divisionismo, de la polarización social, de la inseguridad y de la mediocridad.
La otra, arropada por el sistema con logística, dinero en abundancia y el voto casi cautivo de quienes reciben apoyo$ sociale$, pretende que las cosas sigan igual, porque según su visión, vamos requetebién. Por eso afirma que en su gobierno habrá continuidad con cambio, cualquier cosa que eso signifique, porque es como ofrecer frío con calor, rapidez con lentitud o libertad con limitaciones.
La ciudadanía tendrá en las próximas elecciones la última palabra.
Para poder votar por quien mejor nos represente es importantísimo tener a la mano nuestra credencial de elector, vigente y actualizada.
Existen más de 20 millones de ciudadanos con credenciales del INE vencidas y/o sin datos actualizados. De no corregir su situación, simplemente esas personas no podrán votar, lo que constituirá un atentado contra México y contra nuestra incipiente democracia.
¿Qué esperan para arreglar esto?.
De no hacerlo, hasta perderán su derecho a quejarse.
¿No les parece a Ustedes?
Muchas gracias y buen fin de semana.
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