Francisco: reformador de la iglesia universal

Don Mario Bergoglio, Papa Francisco, se ha convertido en un auténtico bálsamo para el pueblo cristiano con su labor evangelizadora en el mundo.

Fortaleciendo a la iglesia como pueblo, impulsando con su ejemplo de apego a los evangelios y a la vida de Jesús de Nazaret ha dado a la iglesia católica una verdadera revolución de positivos resultados de cambio.

Con el Papa Francisco, han crecido las vocaciones en el mundo de mujeres y hombres que a través de él han podido escuchar el mensaje de “ven y sígueme”.

Pero también, han ido en aumento las conversiones al mundo cristiano, que de forma natural han fortalecido a las estructuras de una iglesia universal milenaria que hoy lucha por la confraternidad, la paz, respeto y tolerancia a las otras religiones que ha proclamado que van en un mismo sentido de seguir el perfeccionamiento humano a través de la vida espiritual.

Con Francisco se rompen las ataduras del pasado y las falsas creencias de los dogmas que lastiman a la iglesia de Jesús.

Un Jesús amigo, padre, hermano y compañero que actúa como alguien en quien confiar al caminar a su lado y que comprende a todos en la debilidad humana de la carne.

Pero, que ante todo seguirlo conduce al perdón y a seguir en la lucha diaria sin temor a nada.

Cómo en aquella ocasión que abogó por la prostituta de la lapidación con una frase enorme de “que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

O cuando curó en sábado al ciego, y también al paralítico. Y por su fe sanó a la hija de un soldado.

Y con misericordia volvió a la vida a su amigo Lázaro.

Con todos los ejemplos de la vida de Jesús, el Papa Francisco, habla como un pastor de almas a sus ovejas, con amor y también con la fuerza de las palabras cuando ha sido necesario.

Así, como Jesús que sacó a los vendedores que profanaron el templo de su Padre, eleva la voz con firmeza para pedir la paz en el mundo.

El respeto para quienes les dice que sus condiciones sexuales son parte de una condición humana y se debe aceptar para todos por igual. Sin ningún motivo de persecución o diferencia.

“Todos somos hijos de Dios y podemos ir al Padre al encuentro siempre de alguien que te escucha como a un hijo de forma normal”.

El encuentro con seminaristas y sacerdotes mexicanos que animaron a Francisco por caminar con el cayado de forma firme y dar testimonio del dolor como lo hizo Jesús en su martirio.

Así, Francisco bromea por las dolencias de sus rodillas y responde a los mexicanos, “se me quita con un tequila,”. Andale.

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La fortaleza de Francisco que también como Jesús, ha sufrido de la traición y persecución de sus hermanos de orden, y con amor ha aceptado todas las vicisitudes de una vida consagrada, sin problema o temor a nada.

El enorme cariño de Francisco por el Papa Emérito al que acompañó hasta el último momento y lo llevó a su sepultura con la fe del paraíso celestial.

El mensaje a los jóvenes directo de no hacer turismo de los eventos de reunión.

La honra del Padre de un hijo que sabe amar y del respeto de llevar el peso de la Cruz de Jesús y las llaves de Pedro, calan hondo para quién lleva una vida consagrada en espiritualidad, lejos de micrófonos y reflectores.

Para predicar como Jesús en la montaña y hacerlo siempre con las metáforas y las parábolas en el lenguaje coloquial que entiende la gente. “como la sal sí perdiera su sabor”. Así las cosas.