Como habitualmente sucede, cada 6 años se vuelve a renovar la esperanza de que la próxima administración será mejor que la que está por irse. Esto nos mantiene ilusionados de que ahora sí, en el siguiente sexenio, tendremos mejores resultados.
Este es un craso error. Las cosas no cambiarán si la gente no sale a votar. Tampoco mejorarán si no vota por los candidatos más serios, preparados, honrados y eficientes.
Igualmente las cosas no cambiarán si después de votar dejamos de vigilar constantemente a quienes elegimos para desempeñar un cargo público. Es obligación nuestra exigirles que respeten la Ley y no tomen decisiones con el estómago. Tenemos que estar alertas para que no saqueen el erario público ni lo malbaraten dilapidándolo.
Para lograr dicha meta, el Poder Judicial y el Poder Legislativo deberán asumir plenamente el papel que les asigna la Constitución y contribuir al sano equilibrio que se necesita para conducir a México hacia un futuro verdaderamente promisorio.
Lo mismo deben hacerlo los organismos que vertebran a la sociedad, para indicarle a los gobernantes con respeto, pero también con firmeza, si vamos bien, si estamos estancados o si vamos en franco retroceso.
En otras palabras, se necesita de la participación activa de todos nosotros.
Mientras tanto, poco a poco se van desdibujando las promesas hechas hace 5 años de que estaríamos como Dinamarca en materia de salud y que con abrazos se terminarían los balazos y la violencia desatada que padecemos.
Ya vimos que una cosa son las buenas intenciones y otra muy distinta la realidad.
Como se vale soñar, el pueblo mexicano creyó prácticamente todo lo que los políticos en turno le ofrecieron, a pesar de que algunas soluciones propuestas sonaban muy difíciles de cumplir. Hay ahora una gran cantidad de personas que están agradecidísimas porque reciben apoyos económicos a través de programas sociales, sin darse cuenta de que para poder pagarlos, han tenido que quitarle recursos al sector salud y por eso faltan medicinas en los hospitales y mantenimiento de sus instalaciones. También han tenido que recortar programas prioritarios.
Ninguna nación prosperará si el dinero destinado a mantener la infraestructura, a construir una nueva y más moderna que sustituya a la obsoleta, se dilapida alegremente en un supuesto combate a la pobreza que no funciona ni funcionará. La gente requiere empleo mejor pagado. No dádivas que comprometen su voluntad y su voto.
Pero llegó la hora de despertar a la realidad y asumirla, por muy difícil y compleja que esta sea.
En el 2018 la mayoría de la gente votó en cascada, es decir por los candidatos a diferentes cargos de un mismo partido. Con esto se rompieron los equilibrios institucionales y se le dio todo el poder a un solo partido y por consiguiente a una sola persona.
Por mucha buena fe que alguien tenga, no se puede conducir a una nación de 130 millones de habitantes con puras ocurrencias. Se necesitan pesos y contrapesos para no cometer errores.
Como desde el gobierno hay quienes están totalmente desconectados de la realidad y creen que los resultados obtenidos han sido maravillosos, intentan que el mismo partido vuelva a ganar en el 2024. Para ello no dudan en dilapidar millones y millones de pesos en publicidad tapizando con espectaculares calles y carreteras. También están vaciando las arcas públicas regalando dinero para amarrar votos vía los programas asistencialistas.
Esto es como en las borracheras. Ahorita todo es alegría. Mañana tendremos que enfrentar la cruda realidad, cuando tengamos que pagar las cuentas y los platos rotos, además del alto costo todas las ocurrencias.
Para acabar pronto, debemos ir desde ahora analizando las cosas para decidir con tiempo por quién votaremos y por quién no en el 2024.
¿No les parece a Ustedes?
Muchas gracias y buen fin de semana.
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