III
El presidente López Obrador está haciendo los cambios necesarios en su gabinete, afronta personalmente la difícil situación derivada del derrumbe de una trabe en la línea 12 del metro de la Ciudad de México y está acelerando el paso en todos los órdenes para lograr las metas de reajuste económico y bienestar que lleguen a más sectores de la población, entre otros, a la clase media.
Una vez que las principales líneas de acción de la transformación están aseguradas a través de la aprobación del presupuesto, y contando con gobiernos estatales afines, lo más importante es avanzar a marchas forzadas en todos los frentes gubernamentales, sobre todo en materia de salud, seguridad y empleo. Una reforma fiscal que asegure mayores recursos a la administración pública, sin más complejidades administrativas y sin aumento de contribuciones, como se ha dicho, será sin duda necesaria.
La estrategia de la 4T estuvo trazada desde el principio en los temas fundamentales del desarrollo del país, sin embargo, la pandemia hizo que se tuvieran que hacer algunos ajustes tácticos que, sin llegar a retrasar los proyectos más importantes, sí contuvo el crecimiento económico por el que se hubieran obtenido mayores satisfactores para la sociedad.
El decaimiento económico y las metas todavía no alcanzadas fueron caldo de cultivo de la inconformidad social. Sin embargo, ello no fue suficiente para desconectar al pueblo con la Cuarta Transformación. En todos los temas hubo avances muy significativos, no obstante, la oposición medró con algunos resultados no contundentes, como los relativos a la inseguridad y al empleo; y se regocijó con el freno económico que le impuso al país la COVID-19.
Esto y la elaboración programada de mentiras, fueron la materia prima de la guerra sucia utilizada por la derecha para influir en las decisiones de los votantes de clase media, desarrollada sobre todo a través de las redes sociales.
El manejo de la propaganda contraria a la Cuarta Transformación deja ver que se trata de una estrategia muy profesional, confeccionada para usarse desde las representaciones de los partidos de derecha, sus voceros en las cámaras legislativas, los gobiernos estatales que encabezan, comunicadores afines, los llamados “influencer”, hasta llegar a los grupos de ciudadanos que constituyen los multiplicadores de esta propaganda. Todo esto presupone un plan coordinado con ayuda del exterior.
De esto se desprende que el principal aspecto de la confrontación que se desarrollará de aquí en adelante, una vez que la derecha perdió la posibilidad de tener mayoría en la Cámara de Diputados, será en el plano ideológico, que las armas que se usarán tendrán como base principal las mentiras, tergiversaciones, noticias falsas, opiniones segadas, que se lanzarán contra el gobierno federal y que poco a poco subirá de tono de aquí al 21 de marzo del próximo año, cuando se ponga a consulta a la población la posibilidad de revocación de mandato del presidente de la República. Y posteriormente la batalla decisiva se escenificará en las elecciones presidenciales de 2024.
La tarea para el movimiento de regeneración nacional y MORENA, como partido político, será fundamentalmente desmontar todo este plan de mentiras y distorsiones.
La revolución no es como la avenida Nevski, decía Lenin, es decir, ancha y recta, sin obstáculo alguno. Todo proceso de transformación se enfrenta a vicisitudes y retos, dificultades imprevistas o corrientes encontradas. Todo depende de las circunstancias en que se desenvuelva, de las reacciones que encuentre a su paso y de la dirección que se le imprima.
La revolución de las conciencias que reside en el fondo de la Cuarta Transformación está transitando por diversos páramos complejos, aparentemente en retroceso. No obstante, sigue el curso que se le trazó desde el primer momento. Todo lo cual desconcierta a la derecha y a los “opinadores” que la acompañan.
marco.a.medinaperez@gmail.com
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