Ya conocemos a don Chinguetas: es un marido casquivano. Doña Macalota, su esposa, le encontró manchas de colorete en la camisa. Le preguntó, furiosa: “¿Cómo explicas esto?”. Respondió él: “Dame una hora para pensarlo y te prometo que inventaré una buena explicación”...
Capronio le comentó a un amigo: “Me preocupa mi hijo. No fuma, no bebe, no juega, no le es infiel a su mujer; es responsable, trabajador, honrado. Ya hasta estoy pensando que no es mi hijo”...
Don Cucoldo le reclamó a su esposa: “Los vecinos me dicen que todos los días a las 11 de la mañana llega un hombre a visitarte”. “Mienten -replicó la señora-. No es tan puntual”...
Libidiano le preguntó a la linda chica: “¿Crees en el más allá?”. Contestó ella: “Sí, pero pon la mano más acá”...
Las tradiciones pesan como lápidas. No estoy hablando de la fecha de hoy; me refiero a algunos extraños hábitos que permanecen sin razón. Pondré un ejemplo. El Presidente Kennedy observó que tres soldados participaban en el disparo de cada uno de los cañones en las salvas de las ceremonias. El primero cargaba el cañón, otro lo disparaba y un tercero permanecía de pie junto al arma sin hacer nada. Aquello le llamó la atención, y preguntó a los militares para qué servía aquel soldado.
Nadie supo explicarle la presencia del hombre, aparte de decirle que aquello era parte de la ordenanza. Un historiador del Ejército dio con la respuesta a la pregunta. Antiguamente cada cañón era tirado por una mula. Un soldado se encargaba de coger por la rienda al animal a fin de que no reparara o saliera corriendo tras el estallido del cañón.
Con la llegada de los vehículos de motor las mulas dejaron de usarse para tirar de los cañones, pero a nadie se le ocurrió quitar al soldado encargado de la acémila, el cual siguió participando en las salvas del cañón, por más que su presencia ya no era necesaria.
Algo parecido sucede con las elecciones en Estados Unidos. Cargan una tradición religiosa. Jamás una elección se lleva a cabo en domingo, considerado por las iglesias cristianas día del Señor, y por lo tanto sagrado.
Un vendedor de nieve inventó un helado muy sabroso y le puso el nombre “Sunday”, que le pareció atractivo. Los ministros evangélicos protestaron airadamente: eso atentaba contra el respeto debido al día dedicado a Dios. El nevero le cambió el nombre a su helado, que hasta la fecha es conocido como “sundae”.
Espero que aunque sea en martes Trump pierda la elección. Cuando llegó a la presidencia juré no pisar Estados Unidos mientras ese patán, que tanto ha ofendido a México, esté en la Casa Blanca. He cumplido al pie de la letra mi promesa. Sin embargo ya tengo ganas de visitar ese país que tantas virtudes posee y donde tantos afectos guardo.
Ayer domingo, día del Señor, pedí a todas las potencias celestiales que me hagan el milagro de que Trump sea derrotado. Si eso sucede dispararé 21 cañonazos simbólicos de júbilo. Y para eso no necesitaré ninguna mula.
Una señora le comentó a su marido: “La vecina tuvo un bebé”. Preguntó él: “¿Fue niño o niña?”. “¡Ay, Pitongo! -se molestó la esposa-. ¡Tú en lo único que piensas es en el sexo!”...
Don Algón le dijo a su contador: “Lo veo muy preocupado, Martiriano, y lleno de fatiga. Váyase a descansar unos días en la playa. Deje en la casa sus problemas”. “Gracias, jefe -suspiró el empleado-, pero no creo que mi señora quiera quedarse en la casa”...
El primer día en su nido de amor el joven marido le llevó el desayuno a la cama a su flamante mujercita. En ese momento la recién casada hablaba por teléfono con su mamá. Revisó lo que venía en la charola y dijo: “Por lo que veo, mami, tampoco sabe cocinar”. FIN.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
Bécquer dijo con acento lamentoso: “¡Qué solos se quedan los muertos!”.
La verdad es que nosotros somos los que nos quedamos solos después de que ellos se van.
Hoy, sin embargo, la dolora del poeta se cumplirá.
Por causa del mortal virus los cementerios estarán vacíos, desolados.
No se verán hoy las coloridas ceremonias funerales; los milenarios rituales de los pueblos indígenas; las ofrendas en los panteones; todo aquello que acompaña a la celebración.
Y eso es bueno.
Que el Días de los Muertos no sea causa de que haya aún más muertos.
El mejor homenaje será recordarlos.
El mejor ritual será hablar de ellos en nuestra casa, evocar los momentos felices que con ellos vivimos.
En esta fecha dedicada a la muerte hemos de agradecer el regalo de la vida. Los creyentes le darán gracias a Dios; los no creyentes al azar o a cualquiera de los nombres que el Misterio tiene.
Yo recordaré a mis padres.
Algún día mis hijos me recordarán a mí.
¡Hasta mañana!...
Manganitas
Por AFA
“...2 de noviembre...”.
Por causa del tiempo incierto
no podremos estar juntos.
Hoy el Día de Difuntos
estará bastante muerto.
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