Las primeras horas con Donald Trump en la presidencia del país de EU, han traído tristeza y dolor para millones de migrantes de todo el orbe que viven por necesidad añorando el sueño americano.
Y es que, la mayoría de las veces la migración se produce además de los deseos naturales de superación de los seres humanos, a qué muchas naciones del planeta son mal gobernadas por dictadores que se convierten en personajes siniestros para toda la gente.
Las lágrimas de los que sufren las consecuencias dentro y fuera del territorio de Estados Unidos, unos por entrar y otros por el temor a ser deportados y con eso perder la unidad de las familias y el patrimonio logrado a base de trabajo y esfuerzo.
El discurso falaz y cruel de Trump, de que los trabajadores migrantes son delincuentes o terroristas es parte de su juego del show mediático que tiene al mundo en suspenso por la dimensión de sus ideas de dominación y subyugación de los países vecinos y de otras naciones como Dinamarca, a la que puso el ojo en Groenlandia, un territorio estratégico para sus ideas de expansión territorial.
Los que piensan, que el discurso de Trump, sólo es para atemorizar, quizás estén equivocados porque, un hombre con tanto odio, rencor y poder, recuerda aquellos tiempos de Hitler, que llevó a millones de seres humanos a padecer xenofobia y el exterminio de varias generaciones que se perdieron a causa de la ambición de un personaje que soñaba con una raza Aria pura, y con las creencias equivocadas en torno de quienes padecieron el peso de la bota de aquellos tiempos.
Y por lo pronto, nada que decir, nada que recomendar a nadie, porque no se puede caer en ese juego de la perversidad de un hombre enfermo, con desplantes de supremacía, y que con la retórica de grandeza confundió a propios y extraños, y por eso obtuvo las contundentes votaciones que lo ponen junto con su partido republicano a tener a su lado a personajes que por poseer grandes fortunas le ayudaron a una causa que tiene al mundo en shock y que no se recupera de la dimensión de lo que viene y se espera para la humanidad.
Y es tanto el temor que igual como sucedió en la Segunda Guerra Mundial, los líderes de las iglesias no pudieron alzar la voz y en el sigilo se tuvo que actuar ante la maldad de los opresores.
Hoy, la unidad del planeta de las grandes corporaciones y de las iglesias, de la gente en la compasión y la misericordia es de que hay que abrir puertas, y todos a luchar para ayudar a los migrantes que sufren de la persecución de quién confunde el término delincuente, y por decreto se auto excluye de lo que ni los mismos demócratas en su incapacidad para gobernar pudieron evitar, porque actuaron peor que el susodicho. Andale. Así las cosas.
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