Sin el afán de denostar, y con el mayor respeto que merece la investidura presidencial, formulo la siguiente interrogante:
¿En qué se parecen López Obrador y el árbol Guayacán que plantó hace unos días en el jardín de Palacio Nacional?
Seguramente por ser nativos del trópico; de madera dura y pesada. Son famosos. AMLO, es un político controvertido que pasará a la historia por su estilo personal de gobernar; el Guayacán, por tener hojas de un color amarillo intenso, encendido. Son difíciles de cepillar y cortar. Muy resistentes.
Además, el tabasqueño tiene un especial cariño por Venezuela (tierra sumida en un infierno por Hugo Chávez (+) y Nicolás Maduro), territorio que en 1948 declaró al roble amarillo Árbol Nacional de ese país. Ellos lo conocen como Araguaney.
El Guayacán tiene una categoría de especie amenazada (A) según la NOM-059-ECOL 2010. Por su parte, López Obrador está contra pared por la contingencia sanitaria que contagia a nuestro país, la inminente debacle económica, el quiebre de empresas, la pérdida de miles de empleos y el incremento de la clase marginada. Estos elementos constituyen una grave amenaza que lo tiene desconcertado, no obstante que, con su terquedad, el “ilusionista” “tenga otros datos”.
El árbol es de mediano tamaño, cuyo tronco puede crecer derecho o torcido. Para sus incondicionales, López Obrador, va “derecho” en la conducción del país; para otros, lo
dirige “torcido”, porque no entiende razones y ha eliminado numerosas instituciones violentando el propio marco de la Constitución.
El Guayacán simboliza el despertar de la esperanza; el tabasqueño, con su MORENA, sigue siendo un rayito de esperanza para gran parte del pueblo sabio.
El árbol puede crecer y dar su primera floración de amarillo intenso, a partir de los 8 años. Su madera se puede explotar después de los 60 años. Hay que tenerle mucha paciencia, similar a la de los mexicanos para tolerar el estilo de gobierno de quien maniobra para controlar todo el presupuesto del país.
El Guayacán es resistente a las plagas. Andrés Manuel, es inflexible con sus adversarios a quienes moteja como “conservadores, neoliberales e hipócritas”, la mafia del poder, pues.
Al plantar el árbol, AMLO precisó que esta especie se da en Campeche, Tabasco, Chiapas y Veracruz.
Y recordó que en la tierra jarocha hay un proverbio que se aplica cuando alguien no cumple con lo prometido: “Si se rajó San Sebastián que es de Guayacán, por qué no me he de rajar yo” (es una madera muy dura).
¿Mensaje subliminal del Presidente a los mexicanos?
¿Será que pueda ceder en ciertos temas que se visualizan imposibles?
Solo él y su Guayacán amarillo, lo saben.
López Obrador insiste en que vamos bien. Palabras que difunde de manera constante en las mañaneras. Una tribuna que utiliza para repetir “vamos muy bien en el combate a la pandemia del Coronavirus; somos un ejemplo mundial”.
La única diferencia entre el tabasqueño y el “Palo Santo” (Guayacán), es que éste cura heridas y a diabéticos; pero no a los que padecen hipertensión.
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