El tablero energético del México del sexenio entrante empieza a tomar forma con una pieza clave que ya se mueve con soltura en el sur veracruzano: Rocío Nahle García.
La exsecretaria de Energía, ahora gobernadora de Veracruz, no actúa en solitario.
A su lado, y no como peón sino como torre de saber técnico y estrategia, se posiciona Víctor Rodríguez Padilla, director general de Petróleos Mexicanos (Pemex).
La visita que ambos realizaron ayer miércoles a los complejos petroquímicos de La Cangrejera y Agronitrogenados no es un acto protocolario más.
Es un mensaje, una declaración de prioridades y un símbolo de alineamiento con el proyecto nacional de Claudia Sheinbaum.
No se trató solo de un recorrido técnico. Fue una escenificación de conocimiento y complicidad política en el mejor sentido del término.
A diferencia de otros momentos en la historia de Pemex, cuando las decisiones eran tomadas por agrónomos o nutriólogos con diplomas decorativos, o por políticos de carrera más atentos a la grilla que al gas etano, hoy la dupla Nahle García–Rodríguez Padilla presenta un perfil altamente técnico y con una visión clara del sector energético como motor del desarrollo regional y nacional.
Rodríguez Padilla no necesita tarjeta de presentación. Su currículum académico e institucional —formado como físico y doctor en economía de la energía— eclipsa a buena parte de sus antecesores.
Su paso por organismos internacionales, universidades de prestigio y dependencias del Estado mexicano le otorgan no solo autoridad técnica, sino una capacidad de interlocución que va más allá de los pasillos de Pemex. Es, en palabras simples, un director que sabe de lo que habla.
Pero, como todo ajedrez político, no basta con saber mover las piezas. Se requiere entender el tablero. Y aquí es donde entra Rocío Nahle: gobernadora, exsenadora, exsecretaria, pero sobre todo, operadora estratégica de la Cuarta Transformación en materia energética.
Su paso por la Secretaría de Energía le permitió construir una narrativa sólida sobre soberanía energética, autosuficiencia y rescate de la industria nacional. Hoy, desde el gobierno de Veracruz, esa narrativa toma forma en los ductos, plantas y complejos industriales del sur del estado.
La reunión previa entre ambos funcionarios en un restaurante del malecón costero de Coatzacoalcos no fue un simple desayuno.
En política, los escenarios también comunican. La imagen de Nahle recibiendo a Rodríguez Padilla en su tierra, con un "aquí se desayuna rico", es también una metáfora: aquí se opera con conocimiento, aquí se cocina el futuro energético de México.
Ahí estuvieron degustando los alimentos, mientras la prensa empezaba a llegar tras las filtraciones de su estancia en el restaurante.
Al enterarse los reporteros y decididos a no dejar escapar la nota, unos se apostaron en la entrada y otros más rodearon por la parte trasera del local, evitando que tanto los funcionarios estatales como los federales se marcharan sin dar declaraciones.
Lo de ayer no fue una simple postal institucional. Se trata de la articulación de una agenda energética con rostro local, pero impacto nacional.
El sur de Veracruz, por décadas marginado y explotado sin derramar beneficios estructurales sobre su población, podría estar a punto de reconfigurarse como la joya de la corona energética del país.
Porque no hay que perder de vista el contexto. Claudia Sheinbaum llega a la presidencia con el compromiso de continuar y perfeccionar el proyecto de López Obrador, pero también con la necesidad de imprimirle un sello propio: más técnico, más científico, más sustentable. Y para ello necesita operadores de confianza, pero también con competencia probada.
Nahle y Rodríguez Padilla cumplen ambos requisitos. Son su binomio energético: la primera, como gobernadora de uno de los estados más estratégicos en materia de hidrocarburos; el segundo, como responsable de una empresa que aún es columna vertebral del presupuesto nacional.
En este marco, la visita a los complejos de La Cangrejera y Pro-Agroindustria (antes Agronitrogenados) tiene múltiples lecturas. La más evidente es la supervisión de infraestructura. Pero la más profunda es la intención de reactivar zonas que, pese a su potencial industrial, han sido víctimas del abandono, la corrupción y el desdén federal.
La planta Agronitrogenados, por ejemplo, es también símbolo de uno de los mayores escándalos de corrupción del sexenio pasado. Transformarla en una instalación funcional y productiva no solo tiene sentido económico, sino también ético y político. Significa dar vuelta a la página del dispendio y la impunidad. Significa recuperar no solo activos, sino confianza ciudadana.
El sur de Veracruz, como un gigante dormido, comienza a despertar con la caricia de una agenda energética que promete rescatarlo del letargo. Pero como todo despertar, también puede ser incómodo, conflictivo, incluso doloroso. La diferencia estará en si ese despertar se guía con liderazgo firme, visión integral y voluntad de transformación verdadera.
La presidenta Sheinbaum ha colocado sus fichas. El juego ha comenzado. Las piezas están en el tablero. Y aunque el ajedrez energético es un juego de estrategia lenta, cada movimiento —como el de esta visita— tiene el poder de definir el rumbo de una nación entera.
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