Tal como en esta columna se comentó hace tiempo, hay evidencias crecientes de que el coronavirus se transmite por vía aérea. Hace unos días un grupo de 239 científicos publicaron una carta en el diario The New York Times en la que solicitaron a la Organización Mundial de la Salud que reconociera la posibilidad de dicha transmisión y que revisara sus recomendaciones. La OMS recién ha respondido que acepta que hay evidencias crecientes de dicha transmisión, sobre todo en ciertas circunstancias más allá de las hospitalarias.
Las implicaciones de esto cambian, o deberían cambiar, la manera en que nos protegemos del virus así como nuestra percepción del riesgo en nuestras actividades cotidianas.
Durante todo este tiempo, la Secretaría de Salud no alertó a la población sobre esta forma de transmisión, de ahí que no recomendara el uso del tapabocas, y recomendara la “sana distancia” de metro y medio, que hoy se sabe es totalmente insuficiente para protegerse del virus, especialmente en espacios cerrados, con poca ventilación.
El uso de cubrebocas ha demostrado ser esencial para disminuir el riesgo de contagio, si es usado por todos en los espacios públicos. Esto porque reduce las secreciones que expulsamos cuando hablamos, tosemos, o simplemente exhalamos. Debido a que hay enfermos asintomáticos, y presintomáticos pero contagiosos durante un largo periodo de tiempo, al usar cubrebocas reducimos la cantidad de partículas virales en el ambiente.
De ahí que sea imprescindible usarlo para cuidarnos entre todos. El uso de cubrebocas generalizado aunado a las medidas de sana distancia otorgan una protección mucho mayor para todos. La población vulnerable, debería, además de evitar salir de su casa, usar un respirador N95 o similar, que sí es capaz de filtrar el aire y proteger del virus a diferencia de los cubrebocas normales, si es que se ven obligados a salir.
También es necesario protegerse los ojos con lentes o googles de protección. Otra consideración a tomar en cuenta, capital, son los lugares a los que asistimos y el tipo de actividad que en ellos se desarrolla. Cualquier espacio cerrado sin ventilación, donde haya concurrencia de personas, es altamente riesgoso: desde tiendas, oficinas, restaurantes, gimnasios, teatros, cines, baños públicos, iglesias hasta reuniones familiares o salones de clases.
Si en estos espacios se canta o grita, el riesgo aumenta. El riesgo disminuye solo si hay ventilación o en espacios al aire libre, porque las corrientes de aire dispersan al virus. Asimismo, tenemos que saber que el riesgo está determinado por la cantidad de tiempo que pasamos expuestos a la inhalación de partículas virales.
No es lo mismo estar unos minutos en un espacio, que varias horas, aún con cubrebocas. Debemos cuidarnos de no estar en espacios altamente concurridos donde no se pueda guardar la sana distancia, espacios donde personas no usen tapabocas, y en espacios cerrados donde se recircule el aire o cuenten con aires acondicionados.
Todas estas recomendaciones la mayoría de las personas no las conoce debido a que no fueron informadas con oportunidad en México. Es de vital importancia usar, pues, el cubrebocas en espacios públicos y guardar la sana distancia y evitar los espacios riesgosos.
La sana distancia sola, como suelen aparecer el Presidente y su Gabinete no protege a las personas. El virus, aerolizado, es capaz de abarcar una distancia mucho mayor al metro y medio que recomiendan para protegerse de la transmisión por contacto cercano con personas.
En la medida que la transmisión comunitaria sea más intensa, como sucede en México, donde cada día aumentan los contagios y lamentablemente los fallecimientos, con una epidemia severamente subregistrada y en vías de reactivación económica, sin suficientes pruebas diagnósticas, más riesgosos se volverán los espacios cerrados y la gente estará cada vez más expuesta.
La buena noticia es que si todos usamos cubrebocas, la epidemia puede decrecer porque reduce los contagios. En la medida que la sociedad mexicana conozca y entienda lo que la transmisión aérea significa, más capaz será de protegerse. Hagamos de su uso una forma cotidiana de solidaridad y protección de los otros, contribuyamos activamente a que menos familias se vean sumidas en la tragedia de perder un ser querido.
Como nunca, nuestra vida depende de los otros, y la de los otros, de nosotros. Si algo nos ha enseñado este tiempo es justamente los resortes invisibles que nos mantienen relacionados, la interdependencia vital que mantenemos con familiares y extraños y de los cuales depende nuestra vida.
Suena a eslogan, pero la epidemia somos nosotros: el virus no puede sobrevivir si no encuentra a un huésped que lo transmita a otros. Cerrémosle el paso, usando cubrebocas, hágalo por usted o hágalo por la persona que más quiera, pero hágalo. Como nunca, está en nuestras manos causar una tragedia pero también salvar vidas; representemos para los otros la confianza y no la amenaza, la esperanza y no la muerte.
Tomado de Sinembargo
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