Cuando los caminantes regresan.

Cuando los caminantes regresan de su andar, se encuentran con sus pasos atrás y empiezan a visionar los pasos que se ofrendarán al futuro, sin embargo el eterno presente quiere ser sentido de manera más consciente. Solo se tiene el aquí y el ahora, el tiempo y espacio se diluyen, mientras  la latencia del amor sobrevive en la eternidad.  

Cuando los caminantes regresan de las caminatas, la planta de sus pies se quedan impregnadas de la energía de la Tierra.  El latido del corazón de la gran Madre sostiene su existir y a través de sus sueños agradece a sus hijos la ofrenda de amor, sin embargo en los misteriosos ensueños, cuando el espíritu se desdobla, no solo pide más días para seguir tejiendo el hilo dorado de los senderos, sino que también pide hacer un compromiso, una especie de pacto etérico, permanente y constante para entreverar más amor, para limpiar aquella relación entre el corazón humano y el corazón de la Tierra. Ella en su profunda sabiduría, a través de su escucha comprensiva,  le gusta sentirse amada y no solo eso, sino también saberse respetada y valorada.  El amor no solo pide ser hablado sino expresado a través de la coherencia, la coherencia es una alineación entre lo que se piensa, se dice, se siente y se hace, cosa tan sencilla de entender pero tan complica de realizar, es una de las principales carencias de la humanidad.  

Los caminantes no solo ejercitan sus piernas y cuerpo, sino también el amor se va ejercitado,  el  cariño y la ofrenda, la conexión con los elementos y con el universo se vuelven más fuertes y evidentes.  Por instantes cuando se conectan profundamente con su ser interior, se convierten en daikinis (bailarines del cielo),  danzan con el camino, entre la luna, el sol, y el juego de las estrellas se reconfiguran con su sentir, un tanto inocente e inconsciente pero se da, no se necesitan muchas explicaciones, solo percepciones para entender esas verdades que por instantes se vuelven absolutas… no importa, si se cree en ello o no, sino en quien las crea, en quien es el artífice de ese juego cósmico y ese personaje peregrino, que activa los puntos energéticos,  invisibles agujas de acupuntura para realizar la activación y liberación de los meridianos de la Madre Tierra.

La sabiduría eterna que dejó plasmada el gran maestro Antonio Velasco Piña ha sido impregnada en la vida diaria de aquellos que eligen ser caminantes o peregrinos de las rutas sagradas… más allá de la fe, está la certeza absoluta que lo que se cree se crea y lo que se crea se manifiesta. 

Somos fractales de la esencia divina, quien se percibe así entonces percibe el misterio de este gran multiverso, cada quien haciendo lo que corresponde. No solo es México lo que les mueve, es el llamado al corazón los que los impulsa a hacer ese pequeño engranaje: la intuición, el ojo y oído interno, son sentidos que han sido castrados por culturas invasoras, pero los antiguos mexicanos sabían bien como escuchar, ver y sentir las otras dimensiones, sin dogmas y sin susto.  La mente que no solo hace caso a la racionalidad cartesiana, sino también que es inspirada por un pensamiento creador kogui (los guardianes de la armonía del mundo), hace que la comprensión del todo se vaya alienado de acuerdo a sus vocaciones. No son héroes, ni nada parecido, simplemente son seres manifestando una ofrenda silenciosa de amor.  No se doblegan ante el ego, ni es el ego el protagonista de esta historia, en realidad es el Camino, es la historia biocéntrica la que quiere apropiarse de las palabras, robar espacio al antropocentrismo, el humano ha tenido tanto espacio y ha escrito tantas hojas, que ahora le corresponde al Camino, a la Tierra y a los Elementos retomar su lugar y retomar las riendas del destino.

Martha Adriana Morales Ortiz, César Daniel Gonzalez Madruga.