De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una Economía Verde, en su forma más básica, es aquélla que se desempeña con bajas emisiones de carbono, utiliza los recursos de forma eficiente y es socialmente incluyente.
Este modelo de Economía Verde ha cobrado importancia al incorporar, en un clima cambiante, una visión sistémica del desarrollo al incluir no sólo las actividades económicas, sino también la sustentabilidad ambiental y el bienestar social.
El crecimiento verde es un desafío compartido que demanda la participación de todos los actores, del orden público, privado y social. Nuestra contribución para transitar hacia el crecimiento verde, es un quehacer cotidiano basado en nuestros análisis, estudios y acciones que se enfocan en los siguientes temas: Análisis económico, político, institucional, regulatorio y social de las acciones en materia ambiental y de cambio climático; valoración económica del capital natural, ecosistemas, especies, energía, recursos naturales y servicios ambientales; cuantificación del costo de la contaminación del ambiente y el agotamiento de los recursos naturales provocados por las actividades económicas, entre otros.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) define la economía verde como aquella que da lugar al mejoramiento del bienestar humano e igualdad social, mientras que se reducen significativamente los riesgos medioambientales.
Por lo tanto, el concepto reconoce las 3 vertientes de la sostenibilidad (la social, la económica y la ambiental) con el objeto de promover las situaciones en las que se beneficien los 3 aspectos y que pueden ser cuantificadas mediante la aplicación de medidas generales de progreso y bienestar como: el grado de transformación económica en relación con la inversión y el crecimiento en los sectores verdes, el impacto del desarrollo en función de la extracción y el agotamiento de los recursos naturales, y principalmente mide el bienestar de la sociedad según el acceso de la población a los recursos básicos, la educación, la salud y la seguridad social.
En este contexto si se destinara hasta un 2% del PIB mundial hasta 2050 a la transformación verde de la economía mundial, se generaría la misma cantidad de empleo y crecimiento que en los tipos de economía que se aplican actualmente y superaría a estas últimas en el mediano y largo plazo, además de producir beneficios sociales y ambientales importantes.
Existen diversos enfoques que nuestro país puede adoptar para hacer la transición hacia un crecimiento y economía verde. Las herramientas de las que se pueden disponer son los incentivos fiscales, como las subvenciones verdes y los impuestos sobre las emisiones de carbono, la regulación de los sectores que consumen muchos recursos y la inversión pública en investigación y desarrollo para la innovación verde, como ya lo están implementando algunos estados de la República.
La transición hacia una economía verde puede generar más oportunidades comerciales, por ejemplo, al abrir nuevos mercados de exportación para los bienes y servicios ambientales y reverdecer las cadenas de valor mundiales.
Por consiguiente, el crecimiento verde cada vez más se ve como un camino hacia nuevas oportunidades para el comercio, el crecimiento y sobre todo al desarrollo sostenible.
#CambiaUnaAcciónCambiaTodo.
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