Corea del Norte no cesa con su pretensión de mostrar al mundo, particularmente a los Estados Unidos, su capacidad balística y nuclear. El pasado martes 4 de octubre, Japón despertó a las 7:30 de la mañana gracias al sonido emitido por la alarma conocida como “J-Alert”. Un sistema de alerta temprana, utilizado por Japón desde el año 2007, que tiene la capacidad de avisar a su población sobre el advenimiento de un evento de posibles magnitudes catastróficas (de un desastre natural hasta un ataque armado).
En esta ocasión, como también sucedió en el año 2017, el aviso alertó sobre un posible ataque balístico perpetrado por Kim Jong-un. Un ejercicio militar, orientado a mostrar la peligrosidad de Corea del Norte, que permitió al líder norcoreano romper su récord de alcance, en lo que respecta a su capacidad balística de rango intermedio. El misil en prueba, que sobrevoló por la punta norte del territorio japonés, alcanzó una distancia de más de cuatro mil kilómetros, antes de impactar con el mar.
Corea del Norte ha elevado alarmantemente su peligrosidad, ya que uno de sus misiles cuenta con la capacidad de alcanzar, sobradamente, el pequeño territorio norteamericano de la Isla de Guam (el cual se encuentra a tres mil 400 kilómetros de distancia de Norcorea). Una meta, que Jong-un se fijó en el año 2017, cuando puso a prueba su misil Hwasong-12. Acontecimiento, que sirvió de precedente para que Donald Trump se reuniera con el líder norcoreano, dos años después (en 2019), en uno de los encuentros presidenciales más infructuosos y bizarros dentro de la historia de los Estados Unidos.
A modo de pasaje reflexivo: ¿se imaginan a un presidente de los Estados Unidos ofreciéndole un “aventón” a un líder norcoreano a su casa -en Corea del Norte- (en el Air force-One)? Sí, ese fue Donald Trump.
Corea del Norte se ha develado, desde hace años, como una auténtica amenaza global, gracias a una singularidad que difícilmente encontraremos en la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping. Kim Jong-un, con un poderío nuclear y balístico, considerable, ha hecho creer al mundo que, de involucrarse en una guerra nuclear, no tiene absolutamente nada que perder.
Buscando esclarecer la lógica que da soporte a esta extraña singularidad (que permite a Corea del Norte maniobrar en el escenario mundial, con un muy alto grado de peligrosidad), en este espacio abordamos una línea estratégica de conocimiento denominada: la “paradoja de la estabilidad / inestabilidad”. Un axioma teórico que es de gran utilidad, cuando se pretende explicar la dinámica del poder de disuasión nuclear (manipulación) que es utilizado por los Estados (con capacidades nucleares).
Paradoja de la estabilidad / inestabilidad.
En el año de 1965 el catedrático Glenn Snyder, como parte de una colaboración con Paul Seabury, publicó el ensayo titulado, “The Balance of Power and the Balance of Terror”. Una colaboración, de importancia sustantiva para el análisis estratégico, donde el autor analiza la dinámica dual, y correlativa, que suele darse entre la amenaza nuclear y la amenaza convencional.
En su escrito, Snyder, recoge un principio que es fundamental para entender esta línea de pensamiento: cuanto mayor sea la estabilidad de la amenaza nuclear, menor será la estabilidad en los niveles de la amenaza convencional; y, viceversa.
Lo que hace la paradoja de la estabilidad / inestabilidad: es explicar la correlación inversa que existe entre la amenaza nuclear y la amenaza convencional. Así, a medida que un Estado aumenta su poderío nuclear (y con ello, aumenta el temor de una guerra nuclear), la propensión hacia el conflicto convencional disminuye. En términos operativos esto significaría que: a medida que un Estado busque garantizar su seguridad convencional, necesitará incrementar la amenaza que solo da el poderío nuclear.
De acuerdo con Snyder (1965)
gracias al obvio desequilibrio nuclear existente entre los Estados Unidos y la China comunista, (el cual) sirve para disuadir a los chinos de no involucrarse abiertamente en guerras convencionales,.. se ha creado un equilibrio de poder convencional en el sudeste asiático (un desequilibrio nuclear que está a favor de los Estados Unidos, favorece un equilibrio convencional en el sudeste asiático).
Ahora: ¿Quién es el encargado de regular la dirección dinámica que toma la estabilidad o inestabilidad, en cualquiera de los dos sentidos? La fuerza motriz de esta paradoja, la encontramos en la capacidad que tienen los Estados para hacer creíbles sus amenazas a través del poder de la disuasión. Algo que Corea del Norte ha logrado comprender muy bien.
Corea del Norte y su poder de disuasión nuclear.
La paradoja de la estabilidad / inestabilidad es un enfoque de análisis estratégico cuya utilidad es develada en el momento que el poder de disuasión nuclear hace su aparición. Solo la credibilidad de las amenazas nucleares, por parte de un Estado agresor, serán capaces de otorgarle (a ese Estado) una estabilidad -o seguridad- convencional.
La inestabilidad nuclear se presenta, entonces, cuando un Estado agresor (poseedor de armas nucleares) favorece su posición, haciendo creíble sus amenazas sobre un ataque nuclear. De forma correlativa, la estabilidad nuclear se restablece cuando, a pesar de toda retórica, la amenaza nuclear se considera como un escenario distante.
Corea del Norte, se ha fijado como meta, y lo ha logrado, posicionarse como un agente creíble de la inestabilidad (nuclear). Así lo constata: el rápido desarrollo de una versátil capacidad balística, su acelerado programa nuclear, pero sobre todo, un bizarro análisis de costos y beneficios.
Kim Jong-un posee una ventaja en términos de terror que ningún Estado, poseedor de armamento nuclear, ha logrado conseguir. En clara oposición a las ideas de Jong-un, los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Israel, India, Pakistán, Rusia y China, potencias nucleares todas estas, asumen -en todo momento- los costos inherentes a una devastación nuclear. Estos son: la desaparición de su sociedad, economía, legado histórico y de toda su civilización.
El líder norcoreano se ha esmerado en hacer creer al mundo, que todos estos activos, del poder estatal, se encuentran materializados en su propia figura. Una figura, cuya existencia, representa el más importante objetivo militar de Corea del Norte. Para el régimen norcoreano, la desaparición del Estado, por una guerra nuclear, representaría lo mismo que la desaparición de su régimen político, por un ataque convencional. Por lo menos, este es el mensaje que Kim Jong-un envía al mundo, cada vez que realiza un ejercicio nuclear.
Corea del Norte no representa una amenaza por la sola exhibición del poder balístico, con el que atemorizó a Japón el pasado 4 de octubre. Su peligrosidad responde al uso indiscriminado que ha dado a la energía nuclear, de manera pública. Del año 2006, cuando detonó su primer artefacto nuclear, hasta el año 2017, cuando realizó su sexta y más reciente detonación, Corea del Norte logró elevar de cuatro a más de cien kilotones su capacidad de destrucción nuclear.
Del año 2012 al 2022, ha realizado más de 160 pruebas balísticas (con misiles de corto, mediano y largo alcance). En este período, ha logrado que muchos de sus misiles alimentados por combustible líquido, migren a una alimentación por combustible sólido (que son mucho más fáciles de transportar y de activar). Como parte de algunos ejercicios balísticos, realizados este año por Pyongyang, Corea del Sur no logró identificar la trayectoria (y distancia recorrida) de algunos misiles norcoreanos; al parecer cuentan con sistemas de navegación más modernos. Ver: https://live-nuclear-threat-
Corea del Norte ha logrado hacer creer al mundo que su amenaza nuclear es muy real. Una amenaza tan real, como lo ha podido permitir su capacidad para provocar que su(s) principal(es) adversario(s) actúe(n) de una forma que no tenía(n) contemplado -“poder de disuasión”-. Un tipo de actuación como aquella que protagonizó Joe Biden, en su última gira por Asia, cuando le preguntaron si tenía algún mensaje para el líder norcoreano.
Estando su equipo de trabajo en espera de acomodar, lo que seguramente sería una respuesta amenazante -como aquellas externadas a Vladímir Putin y Xi Jinping-, el mensaje de Biden, dirigido a Kim, fue un simple y corto “HOLA”.
¿Será Corea del Norte, una auténtica amenaza nuclear?
José Manuel Melo Moya.
Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma Metropolitana. Ganador de la “Medalla al Mérito Universitario”.
Posee diplomados en análisis económico, inteligencia y estudios prospectivos por la Organización de los Estados Americanos (OEA), Escuela de Inteligencia Antidrogas (Colombia) y la UNAM.
/pn
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