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Por Besale Berger Martínez
Columna:

Contra los Molinos de Viento

2022-06-05 | 07:06 a.m.
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En días pasados la familia Cos Malpica presentó la obra intitulada Veracruz, escrito con hiel y miel, cuyo autor fue Dionicio Cos Vega, fallecido 12 años atrás.

A petición de la familia prologué la obra. Quise, en su momento, hacer uso de la palabra, no lo hice, temí, como dijera Rubén Darío ¨cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer¨.

El acto, realizado en la librería Mar Adentro, resultó sumamente emotivo. Reconozco sentirme muy halagado por los elogios al prólogo del libro.

Al releerlo, sentí que me había quedado corto. Nicho Cos, en su obra, lucha como Don Quijote, contra molinos de viento, lucha desigual. La codicia, el mal gusto y el importa madrismo, son imposibles de vencer.

¨Luchar contra los molinos de viento¨ significa un objetivo que es o se cree imposible. Nicho lo sabía, sin embargo, lo intenta y desde el más allá, sigue en la brega.

Años atrás, mal escribí unas líneas que intitulé ¨De que presumen los veracruzanos¨ e hice alusión a los mismos atropellos que destruyen nuestro centro histórico, agraviando la arquitectura que da a Veracruz, su idiosincrasia.

Señale los mamotretos erigidos en la avenida Independencia, construidos por veracruzanos que sin el menor pudor derribaron inmuebles de siglos para ahí edificar esos monumentos al mal gusto, a ciencia y paciencia de nuestras autoridades, destruyen totalmente la visión de la arquitectura urbana que presume de contar con más de 500 años de su fundación.

Al iniciar estas líneas comparé a nuestro homenajeado con Don Quijote de la Mancha, y aunque no faltará quien me tildé de iluso, permítanme recordarles que al igual que Don Quijote, Nicho siempre contó con la comprensión, el amor y el reconocimiento de su Dulcinea, Doña Aurora Malpica de Cos y sus hijos. Quienes orgullosos de la prosapia y ascendencia de la familia Cos, le rindieron este sentido homenaje.

Orgulloso de su estirpe, recuerdo con simpatía una frase que a mi juicio lo definía como lo que era, un aristócrata de rancio abolengo, enamorado de su ciudad y de la vida.

Decía “que ya cuando Dios era Dios y los peñascos, peñascos, ya los Cos eran los Cos, y los Velazco, Velazco”.

Al visitar Colombia, fue a Cartagena y a su regreso, comentaba primores de esa ciudad, que ha sabido conservar su estilo colonial. 

En muchas ocasiones lo escuche quejarse de mi salud, mejor que la suya pese a la diferencia de edades. Le recrimine el tono de la queja y cínicamente me respondió que hablaba en serio. Finalmente, se fue muchos años antes que el que esto firma, supongo que gran disgusto de su parte.

Esa noche Pili confirmo mi opinión. Estuvo como es ella. Simpática, sencilla, amable, culta, bonita y expreso su trabajo con sencillez. Agradeció a quienes habían colaborado en la edición de la obra, descubierta hace un par de años.

Al escribir estas líneas, hago hincapié que, pese al tiempo, el autor sigue luchando contra los gigantes, no por su insania y si, con el propósito de luchar en conservar al Veracruz que todos decimos querer, pero que poco hacemos para demostrarlo.

/ct

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