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Con visión universitaria

2021-01-31 | 11:55 a.m.
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El pasado 25 de enero, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó los  resultados del Censo General de Población y Vivienda 2020. Entre los datos proporcionados  por el INEGI, los relacionados con el sector educativo y las tecnologías de la información y  de la comunicación (TIC) resultan de interés para situar, con mayor certeza, los retos que  las instituciones educativas y las entidades gubernamentales deben seguir enfrentando para  garantizar el acceso a una educación de calidad y asequible para la población estudiantil de  nuestro país.  

Entre esos retos nos encontramos con el analfabetismo. Según el Censo 2020, un 4.7% de  la población mexicana mayor de 15 años de edad es analfabeta, lo que representa a 4 millones 456 mil 431 personas que no saben leer ni escribir; de ese porcentaje, la mayoría  son mujeres, lo que refleja la histórica inequidad que ellas han vivido. En este rubro, y siguiendo las estadísticas del INEGI, tendríamos 88 millones 335 mil 830 personas que están  alfabetizadas, cifra en la cual es relevante conocer y atender a las que son analfabetas  funcionales, es decir, aquellas que, aunque están instruidas en la escritura y lectura, no desempeñan de manera eficaz estas habilidades en su día a día, principalmente para la  comprensión y análisis de la información, dos de las habilidades imprescindibles en esta tercera década del Siglo XXI.  

Siguiendo con los indicadores del INEGI, el grado promedio de escolaridad en México, en  personas de 15 años y más, es de 9.7 años, lo que significa que la educación básica es la que  permea la formación educacional de un amplio sector poblacional, pero también refleja que  un porcentaje bajo de personas tienen o tuvieron acceso a la educación media superior  (bachillerato) y superior (universidad). Este dato perfila la necesidad de seguir revisando las  causantes de la deserción o abandono escolar, principalmente las de índole económico, al  igual que las situaciones que diversos sectores estudiantiles están enfrentando por las  condicionantes que la emergencia sanitaria por la Covid-19 orilló a instrumentar a las  entidades gubernamentales y educativas, en específico las relacionadas con el uso de las TIC  como plataformas para los procesos de enseñanza y aprendizaje.  

En el caso de México, el reto para cimentar a las TIC como base de la educación a distancia enfrenta algunas situaciones. La primera está relacionada con el reforzar la capacitación en  el uso didáctico de los recursos digitales, de manera preponderante para el magisterio de  zonas semiurbanas y rurales, al igual que en las comunidades estudiantiles, principalmente  las de educación básica. La otra se contextualiza por la falta de acceso y cobertura de  internet, en particular en los lugares de la geografía mexicana donde aún no se instala la  infraestructura para brindar el servicio y garantizar la conectividad digital, la cual se ha  convertido en un derecho humano y está plasmada en el Artículo 6º de la Constitución  Política de nuestro país.  

Con los datos del Censo 2020, encontramos que en el territorio mexicano están habitadas  poco más de 35 millones de viviendas, de las cuales el 52.1% cuenta con algún tipo de conexión a internet y de ese porcentaje sólo el 37.6% tiene una computadora, laptop o  tableta; estos números coadyuvan al diseño de políticas públicas que los tres niveles de gobierno deben impulsar para una mayor inversión en la infraestructura de redes, al igual  que en el equipamiento tecnológico de los centros educativos y el apoyo que se le puede  brindar a los espacios “emergentes” de aprendizaje y de oficina laboral: los hogares mexicanos. Es necesario seguir invirtiendo en los centros de investigación, en especial a los enfocados en la innovación educativa y la inteligencia artificial, al tiempo que se deben  brindar escenarios propicios para el desarrollo de la industria que manufactura dispositivos  digitales.

En el caso de las universidades, las cuales siguen siendo un espacio idóneo para generar  conocimiento de utilidad social, es imperante seguir líneas de trabajo que abonen a reducir  las brechas de aprendizaje, enfocándose en los grupos vulnerables y el analfabetismo  funcional, y trazando las rutas para una mayor adaptabilidad a los escenarios educativos en  línea, con una perspectiva de equidad y acompañamiento socioemocional para que nadie  abandone la escuela; desde luego, estos modelos tendrían que influenciar a los otros niveles  de la educación en nuestro país y seguir trazándose con base en las oportunidades que el  desarrollo tecnológico nos brinda. 

Carlos Lamothe Zavaleta 

Vicerrector de la Universidad Veracruzana 

Región Coatzacoalcos-Minatitlán 

Twitter @carloslamothe

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