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Por Francisco J. Ávila Camberos
Columna:

¿Cambios constitucionales? ¿Cuando el sexenio está terminando?

2024-02-10 | 07:03 a.m.
¿Cambios constitucionales? ¿Cuando el sexenio está terminando?
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Los cambios constitucionales propuestos por el presidente López Obrador, son en el mejor de los casos un catálogo de buenas intenciones y en el peor de éstos una forma de manipular a los electores, especialmente a los de bajo nivel cultural para conseguir su voto, ofreciéndoles cosas que en los discursos suenan hermosas, pero que en la práctica son imposibles de cumplir, porque cuestan billones de pesos llevarlas a la práctica y no hay recursos suficientes para hacerlo.

Incluso actualmente gran parte del dinero que muchas personas obtienen a través de los programas sociales, lo consigue prestado el gobierno, comprometiendo el futuro del país y de las próximas generaciones, hasta de los mexicanos que aún no han nacido y que cuando lleguen a este mundo se encontrarán con que deben pagar una enorme deuda que ni siquiera contrataron ni autorizaron.

No quiero decir con esto que me oponga a que se apoye a los abuelitos que no tienen familia que vea por ellos. Hay que ayudarlos indudablemente. Lo mismo a los niños de escasos recursos, para que puedan ir a la escuela y superarse mediante la educación.

Pero darles dinero a todos por igual, aunque no todos lo necesiten, aunque saquen malas calificaciones y otros ni siquiera vayan a la escuela; es una manera enfermiza y populista de malbaratar el dinero, de fomentar la pereza y de matar el espíritu de superación.

Hay una frase que me encanta recordar y dice: “La adversidad aguza el ingenio y la prosperidad lo limita”. Por eso es frecuente encontrar a personas que con un enorme espíritu de superación y una gran necesidad de salir adelante, se esfuerzan, ahorran, se sacrifican y al final triunfan. Se convierten en emprendedores exitosos que crean riqueza, pagan impuestos y generan empleos para que otros mexicanos vivan mejor. Todo esto a pesar de las carencias que tuvieron en su infancia.

Por el contrario, hay casos de quienes nacieron en pañales de seda, tuvieron todo resuelto desde pequeños, sin necesidad de esforzarse y terminan fracasando en lo poco que emprenden, porque les faltó constancia, disciplina, ganas de trabajar y sobre todo espíritu de superación.

Ese grave problema lo generan también muchos de nuestros políticos, cuando reparten dinero público a diestra y siniestra para granjearse simpatías y conseguir votos. Su actitud simplista ante la vida y su falta de capacidad para encontrar verdaderas soluciones acordes con las grandes necesidades del país, los hacen creer que regalando dinero acaban con la pobreza, sin darse cuenta de que cada peso malbaratado es un peso menos en educación de calidad, en seguridad, en salud, en medicinas, en infraestructura y en una adecuada impartición de justicia.

Los países que progresan lo consiguen porque sus habitantes entendieron que solo se puede salir adelante a base de estudio, trabajo, espíritu de superación, ahorro y esfuerzo.

Ninguna nación ha salido adelante fomentando la pereza y haciendo que sus habitantes vivan cómodamente de la dádiva. Lo peor de todo es que el dinero que les regalan a quienes no producen nada, antes se lo quitaron a quienes sí producen, sí pagan impuestos, generan empleos y esperan que el erario público bien administrado sirva para que el país tenga mejores servicios, mayor seguridad, mejor infraestructura, educación de calidad y sobre todo un sistema de salud e impartición de justicia acorde con las necesidades de la población.

Para lograrlo, el erario debe usarse con moderación, austeridad bien entendida, honradez y sentido de eficiencia. No dilapidándose creando burocracia innecesaria, haciendo obras faraónicas poco útiles, con costos inflados y contratos amañados para favorecer a los políticos en turno y a quienes están con ellos de socios o prestanombres.

“No existe el llamado dinero público o dinero del gobierno”, decía Margaret Thatcher: “El gobierno no produce nada”. Solo administra, mal administra, o despilfarra; (como cada quien quiera verlo), los recursos que son aportados por todos los ciudadanos.

Por eso es una obligación ineludible el fomentar la participación generosa, responsable y comprometida de los votantes para que el 2 de junio, participemos juntos con total libertad y verdadera responsabilidad para elegir democráticamente a quienes estén mejor preparados para unirnos y así, entre todos, sacar adelante al país.

De lo contrario será otro sexenio perdido.

¿No les parece a Ustedes?.

Muchas gracias y buen fin de semana.

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