La moda empezó hace ya varios años. Quizá más de quince o veinte, cuando en los colegios nació ese fenómeno en el que participaban los niños en competiciones deportivas o de arte, de destreza o conocimientos y, de pronto, no había primeros lugares o primeros premios, no había segundos lugares, no había medallas de oro, de plata, de bronce…, todos tenían premio, lo importante era que participaran, no había ganadores, no había perdedores.
De pronto se arraigó la idea, se profundizó el concepto, llegando hasta el extremo de encontrarse de pasada con el sistema de calificaciones en las aulas de los colegios o escuelas primarias de México en donde ya no hay reprobados, en donde todos, automáticamente, acreditan pasar al año siguiente, no importa las notas: no importa si aprendieron, no importa si estudiaron, no importa si son capaces de comprender un texto, si saben las reglas de ortografía; no importa si saben sumar, restar, multiplicar o dividir, automáticamente pasan de año.
Todo se volvió automático, todo se volvió sin esfuerzo, se terminó el orgullo de ganar, sustituido por el de participar (lo importante era participar), y así fuimos construyendo una sociedad analfabeta, alfabetizada, fuimos construyendo títulos técnicos de electricistas, de expertos en termodinámica, de abogados, de contadores, vacíos, huecos de conocimiento, de rigor técnico de pundonor por dar un mejor resultado, destacar.
El tema es ir flotando, y al ir flotando vamos creando nuestra conciencia que nos va carcomiendo el alma, de que todos tenemos derecho al éxito, todos tenemos derecho a ganar, simple y sencillamente porque nacimos seres humanos, porque nosotros respiramos, ocupamos un sitio en el mapa del mundo y eso nos da automáticamente el derecho a tener todo lo que cualquiera tiene -y no solamente en el mundo material que probablemente puede sonar muy mezquino, sino también en el mundo personal, familiar, emocional-, yo tengo derecho a, porque soy terrícola, porque así nací, porque nadie me lo puede arrebatar y grito y vocifero y lloro, y utilizo los medios modernos de las redes sociales donde ahora nadie me censura y tengo voz propia para gritar sin sentido lo que quiero gritar, sin reflexionar, sin pasarlo por un tamiz mínimo de análisis, de reflexión, de validación, mucho menos de merecimientos o de esfuerzo dado.
Así, hemos llegado a este primer quinto del Siglo XXI, a este veinte por ciento del Siglo XXI donde parece ser que aquí por el hecho de existir y de respirar debemos de tener todos lo mismo. Parece imperativo regresar a educarnos para ganar, a educarnos para luchar, para esforzarnos, para tener esa voluntad por ser mejores y no solamente en el aspecto material, insisto en ese aspecto que ahora se llama “aspiracionista”, sino en realidad para poder trascender como seres humanos, para poder crear valor en términos humanos para poder ser de utilidad a otros y para poder transformar, finalmente, nuestra realidad que de por sí ya requería una buena arreglada y ahora con todo esto que ha sucedido y con lo que sigue pasando en el mundo, pues requiere, parece ser, una intervención mayor.
Transformar una sociedad para que ganemos todos. Ganar pero no el auto del año, ni las vacaciones exóticas; no significa el equipo de música más avanzado de la tecnología… Ganar significa, acaso, que las mujeres gocen, vivan el mismo derecho que los hombres, que no haya diferencia, que haya justicia y sea abolida la impunidad que las lacera; significa que todos podamos aspirar a un trabajo, a un puesto en una casa de estudios, a ser considerados sin importar nuestras raíces étnicas, el color de nuestra piel, nuestra preferencia sexual, nuestra preferencia ideológica, nuestra preferencia religiosa, sin importar en que creemos o en que nos queremos caer muertos.
Significa ganar para que todos los niños puedan tener una oportunidad a ser mejores, para que puedan aspirar a luchar por transformar su realidad y que sea mejor que la de sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos, a nunca conformarse, a no quedarse en la crisis del alimento al día. Oportunidad para que quien tenga la voluntad pueda crear, transformar, modificar, generar valor social, generar valor al planeta…, eso debería significar ganar, ahora veremos si podemos un día cambiar esa visión y llevar otra vez los niños al colegio para que compitan y gane el mejor y, el que pierda, con las lágrimas de la derrota en su rostro, se transforme y con voluntad y esfuerzo, se vuelva otro ganador.
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