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17 de octubre del 2024
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Por Raúl López Gómez
Columna:

AMLO y la historia

2024-08-07 | 07:06 a.m.
AMLO y la historia
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El presidente Andrés Manuel López Obrador, sigue en el ánimo de aceptación de los mexicanos con un alto grado de calificación a pesar de las resistencias a su mandato de los personajes del poder económico que han intentado a toda costa descarrilar al político tabasqueño.

Los del poder de antes, infructuosamente, enfrentaron a AMLO y los del decadente grupo de Atlacomulco en extinción se quedaron llorando la derrota.

AMLO, con los retos más grandes de un  gobierno y de un partido incipiente como lo es Morena, con un movimiento político de transformación, envistió a los personajes de los noventa años del PRI y sus aliados a los que se ha llevado a una penosa derrota y prácticamente a una desaparición inminente, por la ausencia de innovación, y de ajuste a los nuevos tiempos, recrudeciendo errores y las prácticas de corrupción del pasado que la gente no perdona ante el hartazgo a los abusos de poder, corrupción e impunidad “del México de mis amores” como en los tiempos de don Porfirio Díaz y la debacle.

Pero, desde el 2 de junio con el otro tsunami histórico con Claudia Sheinbaum, que será la primera mujer presidenta de este país, el presidente AMLO, vuelve a subirse al pináculo de la vanidad y el ego natural de los seres humanos de las luces destellantes del delirante poder para intentar pasar a la historia como un “presidente reformador”, que pretende mantener su nombre sin mácula, sin su nombre utilizado en nada y algo visto imposible por los yerros de un mandato dirigido a cambiar el rumbo de toda una nación, y con más manchas que un Dálmata.

Además, de abandonar las responsabilidades de la investidura, y pasar a la fase final de la despedida del adiós con el clásico triunfalismo innecesario, el país sigue con el piloto automático.

El gobierno de AMLO, entre claroscuros de una lucha imposible en contra de la corrupción, y que se ve como parte de una enfermedad gubernamental de la genética de la burocracia mexicana, ha tratado de darle a la administración pública un nuevo rumbo y un nuevo destino con un éxito importante, pero sin avanzar en una lucha por inocular del poder al ADN de la corrupción, aún más vigente que nunca.

Con una visión equivocada del poder y gobierno, AMLO ha quitado del contexto oficial del sector público al sector privado, despojándolo del protagonismo oneroso para la nación de los gobiernos del pasado y pagando justos por pecadores.

En la realidad la distancia del presidente Andrés Manuel López Obrador y de su némesis el ex presidente Carlos Salinas, cada uno con su bandera de transformación o de solidaridad, el final es el mismo y se percibe la misma partitura de banalidad histriónica.

Y estará por verse, sí el político tabasqueño, por fin acaba con la débil imagen del fracaso del gobierno salinista de su proceso de privatizaciones amañadas, y de que AMLO, se mantuvo obcecado en restaurar lo público con la ayuda de las fuerzas armadas y de algunos magnates, que no claudican a la cómoda cercanía al poder político.

Todo esto, deja muchos pendientes importantes, como el de hacer justicia a los sindicatos portuarios de Veracruz, desposeídos y perseguidos en el salinismo. Y la decisión de que tanto es tantito, queda para la sucesión presidencial con la doctora Claudia Sheinbaum.

Pero, ¿Cuál es el avance histórico de la iniciativa privada ante el gobierno de AMLO que les ha cerrado las puertas a la obra pública y a prestar servicios?

La necesidad de fortalecer a la empresa e industria privada en una sana distancia de lo oficial, y por fin claudicar a las viejas prácticas de corrupción y de privilegios de la cercanía a los de la viña del Señor del poder, y los beneficios del gobierno en turno, será parte fundamental de restituir el tejido en una nueva y cercana relación de trabajo con la iniciativa privada mexicana vilipendiada, humillada y hasta desprestigiada para sacarlos del camino y de la cercanía al reino del Tlatoani Mexica.

La dureza del gobierno de AMLO con la iniciativa privada, que pudo ser pulverizada y evitarse, ahora resurge ya hacia una economía de libre mercado sin la rectoría perjudicial del Estado, que demuestra la teoría de lo que el gobierno toca como empresa lo descompone y se convierte en mal designio.

 Ahora con la próxima presidenta Claudia Sheinbaum, el país podrá volver a una era normal de respeto y separación por la libre empresa, que podrá resurgir en su terreno de prestador auténtico en el servicio gradual a lo público o lo privado, sin tanto moche o el clásico de  lo que se decía en los tiempos felices del priismo fidelista en estos lares de “diezmo monseñor” parafraseando y recordando al extinto periodista veracruzano de Tierra Blanca, Rogelio Freyre. Andale. Así las cosas.

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