“[...] abjuración, vergüenza pública, doscientos azotes, destierro por tiempo de diez años y reclusión los seis primeros en un manicomio para servir allí a las locas, recibir instrucción religiosa y cumplir diversas penitencias espirituales”, eran algunas de las penas que el Tribunal del Santo Oficio dictaba en contra de brujas, maléficas o hechiceras una vez que en la Nueva España se instaló formalmente tal tribunal cuya data se remonta al siglo XV.
Estos señores del Santo Oficio quizás no estaban enterados que, dicen las brujas, es muy bonito volar a las dos de la mañana y “subir y dejarse caer/en los brazos de una dama, /y hasta quisiera llorar, ¡ay, mamá!”. Pero hete aquí que esta bruja, o sea, “La Bruja”, es capaz de, si te agarra, llevarte a su casa, volverte maceta y una calabaza, porque “La Bruja”, tiene poderes sobrenaturales que habrían fascinado a Lacan que no habría hablado de fantasmas y si de brujas, porque un fantasma es un fantasma, y si lacaniano mejor ¿o peor?, y si bruja, solamente si la canta Eugenia León –aunque haya ido a hacer el numerito a La Mañanera— porque esta columna admira a la artista abstracción hecha de sus debilidades políticas, máxime si canta La Bruja. ¿Nadie alzó la mano para alusiones personales o sí? No lo digan no vaya a ser que… bueno, ya, olvídenlo.
Porque “La Bruja”, dicho sea con respeto –o sea, burlonamente— si bien es cierto puede animar o inanimar lo que se le pegue la gana, no menos cierto es que puede ser también madre proveedora: “Me agarra la bruja, /me lleva al cuartel, /me vuelve maceta/y me da de comer”.
“La Bruja” puede ser también una transformación más o menos juguetona de la muerte, la calaca o la huesuda –el imaginario patrio en esta materia es fértil— cuando entre sus versos y a la pregunta de: “Y dígame y dígame, /y dígame usted, /cuántas criaturitas/se ha chupado usted”, la dama en cuestión o sea “La Bruja”, responde: “Ninguna, ninguna, /ninguna, no sé, /más no he pretensiones, /de chuparme a usted”, pero Eugenia la canta mejor cuando saca del registro más claro de su voz una frase que, bien visto, no es nada despreciable: “ando en pretensiones de chuparme a usted”. (Cualesquier cosa que “chuparme a usted” signifique). Porque “La Bruja”, como Son, tiene también su velado toque de sensualidad.
En fin, “La Bruja”, el Son jarocho, el arpa que ya no irradia la luz de sus cuerdas en el Zócalo; la jarana, la guayabera alba, el paliacate rojo, la versada zumbona; el abanico de la jarocha, su cuerpo juncal; el malecón, el muelle de la T, el exbanco de México, la exTorre de PEMEX, el faro Carranza, la playa, un paisaje sin “jengas” urbanos…el tiempo que se fue. ¡Mozoo, ginebra para todos con mucho hielo, doble twist de nostalgia y salud, mucha salud!
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@AutorGuerra
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