A veces usamos el término pánico para describir una sensación de miedo o descontrol que nos altera los sentidos. Pero es también un trastorno emocional profundo que es más común de lo que se piensa. Aparece como un episodio de terror intenso que causa sensaciones físicas muy potentes y desagradables, aunque rara vez causa algún daño corporal. Típicamente no dura más de 10 minutos y puede llegar a lastimar la autoestima e interrumpir la vida cotidiana de quienes los sufren. Esto, porque luego de uno experimentarlo, empiezan a evitar cualquier situación que entiendan que pueda hacer que se repita.
Las causas de los ataques de pánico son desconocidas, aunque sí se ha visto una tendencia a que se repita en varios miembros de una misma familia. También se cree que hay una conexión entre ciertos momentos claves de la vida, como cuando uno se gradúa de universidad y comienza a trabajar, se casa, da a luz, la pérdida de un ser querido, un divorcio o quedarse sin empleo. Los ataques de pánico a veces ocurren de forma repentina y sin razón alguna. En otras ocasiones, se generan a partir de un estimulo concreto, ya sea por una situación determinada o por el recuerdo de un evento traumático.
Algunos de los síntomas incluyen:
• Palpitaciones
• Sentirse como si no pudieras moverte
• Temblores y escalofríos
• Falta de aliento
• Náuseas
• Entumecimiento u hormigueo en extremidades
• Sentir que estás separado de tu propio cuerpo
• Miedo a perder el control, enloquecer o morir
Una manera de gestionar un ataque de pánico es con la respiración, controlándola para que sea lo más lenta y profunda posible. Puedes contar hasta cinco mientras inhalas y exhalas.
Es por esto que es de suma importancia de que si estás experimentando síntomas parecidos a los que te mencionamos, acudas a algún profesional de la salud que pueda hacer un diagnóstico.