Se dice que todo tiempo pasado fue mejor: personas, escenarios, circunstancias, fechas, películas mentales en las que quizás fuiste feliz.
La nostalgia es normal y buena porque los recuerdos ayudan a edificar nuestra identidad, pero estancarte ahí de forma obsesiva es no trascender a la maravilla del presente.
Traer generosos recuerdos a tu vida cotidiana crea emociones expansivas. Aumenta tu adrenalina, y recibes una sensación placentera que, de momento, te pueden hacer olvidar algunos problemas que te aquejan en el presente. Pero, esa memoria terapéutica y aleccionadora que debe ser pasajera. Hay que regresar al presente, pues, si te estacionas por largo tiempo en la nube de esa ilusión que solo existe en tus fotos, se torna en un apego o una forma de ocultar o eludir responsabilidades.
Mirar el pasado (o desear regresar a él) es darle la espalda a la vida, y desde esa perspectiva, se complica abrirte a ese abanico de posibilidades y relaciones del presente.
El lado anverso de la moneda surge cuando las felices evocaciones transmutan a recordar agravios, rencores, errores, relaciones terminadas o fallecimientos que te rezagan en alguna esquina del camino, sin lograr darle vuelta a la hoja o cerrar ciclos de vida para despedir de modo definitivo a ese pasado que te detiene en tu crecimiento personal.
Suelta y deja ir sin voltear atrás
Cuántos no andan por la vida rebobinando escenas y circunstancias lejanas de modo milimétrico, con lujo de detalles, platicándolo una y otra vez.
Tu pasado ya no te necesita, y menos tú a él.
¿Sientes que estás estancado en el pasado? Escríbenos tu experiencia.
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