Es sano pedir ayuda cuando lo necesitamos y saber que contamos con alguien que nos apoye en las decisiones que tomemos. Pero el vínculo se convierte en dañino cuando la dependencia actúa como una trampa vital y determina nuestra forma de ser y relacionarnos.
Cuando las personas actúan bajo la trampa vital de la dependencia se convierten en completamente pasivas y subordinadas. Esto les hace experimentar un sentimiento de incapacidad porque en la mayoría de casos, la persona dependiente confiere a otra persona la absoluta potestad de decisión sobre todos los aspectos de su vida (desde la gestión de sus finanzas, hasta la manera de vestir, comportarse o gustos personales).
A continuación algunas posibles señales de que estás atrapado en la trampa de la dependencia:
1.- Me comporto como un niño en vez de adulto
2.- Me relaciono con personas que no les importa cómo me tratan
3.- Me comporto apegado a los demás
4.- Escojo personas a las que les gustan tomar posesión de mi vida y cuidarme
5.- Dependo de otras personas para vestirme, pagar mis cuentas, salir a la calle o cualquier otra responsabilidad cotidiana.
6.- No tomo mis propias decisiones
7.- No gano mi propio dinero o dejo que otra persona lo administre
8.- Confío más en el juicio de los demás que en el mío.
Desprogramar tu trampa vital de la dependencia es posible. En tus manos está ese poder de decisión que hará que dejes de vivir bajo la dependencia. Comienza por identificarla, luego poco a poco, esfuérzate por tomar decisiones y hacer tus tareas personales sin pedir que te ayuden. Recuerda que todo cambio es progresivo. Lo más valioso es identificar lo que está pasando y tener la determinación de lograr un cambio.
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