A nadie le es desconocido ese sentimiento de emoción que viene de comprar algo: ya sea ropa, accesorios, aparatos tecnológicos, o algún producto que no necesitábamos pero estaba en oferta. Disfrutar de este pequeño placer no tiene nada de malo hasta que comenzamos a desarrollar una adicción a él, a la que se le conoce como consumismo. Definido por la comunidad científica como el desorden de compras compulsivas, este comportamiento se ha incrementado desmesuradamente debido a las compras por internet. La mercadotecnia está diseñada precisamente para volvernos adictos al sentimiento de comprar cosas, y las facilidades que la tecnología nos ofrece –como entregas en la puerta de nuestra casa en menos de 24 horas– son el medio por el cual se fomenta dicha adicción.
¿Cuál es el origen del consumismo?
El principal deseo de toda persona es el de sentirse bien, y constantemente somos bombardeados con anuncios de productos que garantizan tener la capacidad de hacernos sentir así. En realidad necesitamos muy pocas cosas para satisfacer nuestras necesidades básicas, y es ahí donde nace el consumismo: en la creación de una necesidad que antes no teníamos. La publicidad está diseñada para hacernos creer que nos hace falta algo para poder sentirnos realmente bien, al mismo tiempo que nos dicen qué es lo que tenemos que conseguir para satisfacer nuestros deseos. Este juego del gato y el ratón está diseñado para que estemos todo el tiempo pensando en la siguiente cosa que necesitamos comprar, lo cual no solo nos impide disfrutar de lo que ya tenemos, sino que también nos hace adquirir deudas que nos pueden causar problemas en el futuro.
La tecnología y sus riesgos
Las compras en línea nos alimentan constantemente de pequeños estímulos que nos causan una dependencia muy sutil. Desde el momento en el que vemos un producto, los anuncios en toda página de internet que visitemos nos lo muestran incesantemente hasta que lo compramos. Al hacerlo, nos llega un correo con la confirmación de compra; después, uno que nos notifica que el pedido se está preparando. Más adelante, nos dejan saber que la compra ya se encuentra en camino, y finalmente, llega a nuestras manos. Todo esto es como irle dejando pequeñas migajas de comida a una persona hambrienta, para hacerla pensar que al final del camino encontrará el alimento para saciar su hambre. De la misma manera, se nos crea la idea de que al obtener determinado artículo obtendremos el bienestar que tanto anhelamos. Incluso los empaques traen mensajes entusiastas como “¡Llegué!” o caras felices.
Rompiendo la adicción
Invariablemente, la satisfacción de las compras es efímera y eventualmente se va, lo que reinicia el ciclo puesto que el internet está diseñado para tener listo el siguiente artículo que meterá en nuestra cabeza hasta que lo compremos. Esto no va a cambiar ya que se busca que estemos consumiendo constantemente, por lo tanto, si queremos terminar con el consumismo, debemos cambiar nosotros. La clave está en el reconocimiento de que nada de lo que compremos nos puede dar la felicidad que buscamos. Claro, hay productos que nos pueden facilitar la vida e incluso reducir nuestros gastos a la larga. No se trata de no volver a comprar nada, sino de preguntarnos si lo que deseamos es el producto o los estímulos que vienen de comprarlo. De ser el segundo caso, existen diversos métodos para darnos los mismos resultados, como lo es el meditar, hacer ejercicio o cualquier actividad donde usemos nuestra creatividad. Además, es mucho más barato.
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