La impaciencia es una de las emociones que han comenzado surgir en la sociedad al ver que algunas personas ya están vacunándose contra COVID-19, mientras otras, no. Podemos sentirnos con la urgencia de recibir la dosis no solo para perder el miedo a enfermarnos, sino también para poder visitar a nuestros seres queridos sin la ansiedad de contagiarles. Además, ver que hay quienes viajan al extranjero o incluso recurren a medidas desesperadas como disfrazarse de adultos mayores para vacunarse puede provocarnos presión y ansiedad.
¿Cómo evitar sentirnos así?
Hay un dicho que dice: la paciencia es un árbol de raíces amargas pero de frutos muy dulces. Actualmente, tenemos más que nunca arraigada la idea de que podemos tener mucho de lo que queramos con unos simples “clicks”. Podemos obtener en la puerta de nuestra casa comida, bebida, asistencia profesional y personalizada, incluso una nueva pareja –todo en cuestión de minutos–. El no poder obtener algo que queramos, sin importar nuestra posición socioeconómica, es un fuerte pero claro mensaje: si desarrollamos la paciencia, evitamos disgustos.
Cultivando el árbol de la paciencia
Suele decirse que no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumple. Seguramente, podemos comprobarlo por experiencia propia: hemos sentido muchas ansias porque llegue un día determinado, y cuando nos damos cuenta, está ahí. Nos preguntamos: “¿a dónde se fue todo el tiempo? ¡Se pasó muy rápido!”. Recordar estas situaciones es muy útil para ser conscientes de que no podemos perder el presente esperando el futuro.
Así sea que nuestro turno de vacunarnos sea la próxima semana o en los próximos meses, es innegable que el momento llegará. Lo que ahora es real es que hay que seguir cuidándonos y haciendo tanto como podamos para detener la propagación del virus. Cuando menos lo esperemos, estaremos en fila para recibir nuestra dosis.
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