Muchas veces se piensa que el
Ego es algo negativo. La realidad es que el
Ego es el ¨yo¨, o la esencia de un individuo y es lo que este nos permite sobrevivir a situaciones que ponen en riesgo nuestra naturaleza.
La palabra "
Ego" viene de la palabra "égida" (escudo). Ciertamente, la idea de un escudo nos sirve para entender que tiene una cualidad protectora. Hay también veces cuando el
Ego funciona como máscaras que nos creamos para adaptarnos a la
vida social, familiar, etc.
Y estas máscaras son saludables porque nos permiten reflejar cosas positivas de nuestro inconsciente, aunque también pueden sacar a relucir nuestros lados oscuros (miedos,
traumas,
inseguridades, creencias limitantes y carencias). Esto no es bueno ni malo. Ambos lados son igual de necesarios para constituirnos.
El problema realmente surge cuando nos volvemos víctimas de nuestro propio yo, o tener un
Ego demasiado grande, lo que se conoce también como "encarcelamiento psicológico". Es ese vivir en tiranía y en constante lucha con nosotros mismos, presos de nuestras circunstancias y reflejando esta frustración en el trato con otras personas.
La clave está en trabajar para construir un
ego sólido, que sirva como un verdadero escudo. Aprender a equilibrar lo que somos y sentimos sin ponerle etiquetas y así evidenciar nuestro verdadero crecimiento y reconectar con nuestra verdadera esencia.