Es sano pedir ayuda cuando lo necesitamos y saber que contamos con alguien que nos apoye en las decisiones que tomemos. Pero el vínculo se convierte en dañino cuando la dependencia actúa como una trampa vital y determina nuestra forma de ser y relacionarnos.
Cuando las personas son dependientes de su pareja, se convierten en personas completamente pasivas y subordinadas. Esto les hace experimentar un sentimiento de incapacidad porque en la mayoría de casos, la persona dependiente confiere a su pareja la absoluta potestad de decisión sobre todos los aspectos de su vida (desde la gestión de sus finanzas, hasta la manera de vestir, comportarse o gustos personales).
Su falta de seguridad en la toma de decisiones es incapacitante. Tienen la falsa creencia de que no podrían valerse por sí mismas y esta evitación les lleva a tener un déficit en sus habilidades y opiniones, lo que refuerza su trampa vital de la dependencia. En muchos casos, la pareja se convierte en una figura paternal o maternal de quien depende su absoluta seguridad y confianza.
¿Me hace bien?
Cuando vives atrapado en la dependencia, tu libertad y capacidad de expresar decisiones se ve menoscabada. Sientes que el mundo es agobiante, paralizante, y tu vida entra en un callejón sin salida cuando esa persona no está a tu lado. Evades tus propias responsabilidades porque consideras que no eres capaz de tomar buenas decisiones sin que te las dicten. En pocas palabras, has hipotecado tu futuro, tu libertad y tu orgullo. Y eso te impide ser tú mismo o misma.
Para romper con esto lo importante es que comiences a tomar consciencia del patrón de conducta que estás generando. Identifica el problema, y las consecuencias que esto genera en ti. Lo siguiente, es ir al origen de esta trampa vital de la dependencia para que logres desentrañarla. Y finalmente, poner manos a la obra para generar un cambio, porque aunque no lo creas ¡es posible hacerlo!
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