La tecnología es, sin lugar a dudas, lo que está marcando la mayor transformación generacional que la humanidad haya experimentado. Ahora, somos capaces de realizar rápidamente transacciones que antes consumían mucho tiempo, de acceder a toda la información jamás creada, y de ponernos en contacto con incontables personas, todo al alcance de un click. Sería necio el negar que los avances tecnológicos nos han facilitado la vida, pero hemos de mantener presente las partes negativas que vienen de dichos avances para evitar ser perjudicados por ellos. Una de estas partes negativas es la desconexión de nuestra naturaleza humana, la cual invariablemente se ve afectada de forma genuina por el sufrimiento ajeno. Esto se puede observar en los recién nacidos: cuando ven a otro bebé llorar, no pueden evitar llorar ellos mismos.
La empatía y la tecnología
Todas las personas tenemos cierto grado de empatía. Así sea hacia los desconocidos o hacia nuestros seres más queridos, somos capaces de sentir las emociones ajenas y, así, ponernos en sus zapatos. No obstante, el hecho de que cada vez dependamos más de la tecnología para vivir el día a día puede generar unadesconexión de nuestra naturaleza empática. Nos hemos acostumbrado a ver cómo hay personas que en unos instantes lo pierden todo: su empleo, su reputación, a sus amigos. Ya sea por un arrebato de enojo o por una declaración imprudente, lo cual se vuelve viral y, para el día siguiente, su vida ha cambiado por completo. Por otro lado, se ha vuelto sumamente fácil el ponerle fin a nuestras relaciones (con el famoso “ghosteo”: simplemente, dejar de hablarle a alguien), o incluso contribuir a que la relación de otra persona termine.
Al existir una forma en la que ya no tenemos que dar la cara para decir lo que pensamos o lo que sentimos, nos hemos desconectado del impacto que nuestras acciones tienen sobre los demás, al no ser conscientes de su reacción a ellas. De todo esto hay dos problemáticas fundamentales que deben considerarse: la primera, es que la constante exposición al sufrimiento ajeno –especialmente en un contexto en el que parece ser que se “merecen” las terribles consecuencias de sus actos– podría llegar a desensibilizarnos. La segunda, es que al ya no tener ese contacto personal que puede hacernos pensar dos veces antes de decir o hacer algo, podemos endurecernos y olvidar nuestra capacidad innata de ser compasivos y empáticos con los demás. Por fortuna, estas cualidades son parte de nuestra naturaleza, por lo que nunca las perderemos.
¿Cómo preservar nuestra humanidad?
Siempre que tengamos un dispositivo electrónico frente a nosotros, con el cual vayamos a emitir una opinión, hemos de recordar que estamos tratando con personas de carne y hueso, al igual que nosotros. Absolutamente todo lo que hagamos y digamos tendrá consecuencias, y si bien podemos pensar que agredir a alguien en línea –bajo el anonimato– nos librará de ellas, tenemos que pensárnoslo dos veces. El mero hecho de desensibilizarnos y que se nos haga fácil herir a los demás es consecuencia suficiente para cuestionar nuestras acciones.
Acciones como el cyberbullying, la violación de la privacidad de las personas o la difamación son tan solo algunos de los ejemplos más conocidos de las agresiones en línea existentes. Hacerlas puede resultar tan sencillo que podríamos olvidar que sus efectos pueden incluso costarle la vida a alguien. Cada decisión es un paso para convertirnos en la persona que seremos en el futuro. Por eso, antes de actuar, analiza si lo que estás por hacer te está acercando a ser aquella versión de ti que quisieras ser más adelante. Siempre es un buen momento para reflexionar ycambiar las actitudes que no le están haciendo ningún bien a nadie.
Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto | Aviso de Privacidad
Reservados todos los derechos 2024 |