Cuando tenemos algún problema, a veces nos encerramos en nosotros mismos, tratando de entender eso que está ocurriendo en el exterior y qué no nos parece.
Ese ciclo de parloteo interno, donde nos repetimos lo mismo una y otra vez, dando paso a pensamientos negativos, hace que nuestra capacidad de introspección se convierta en una vulnerabilidad. Ahí es cuando la técnica de exteriorizar el diálogo interno resulta muy útil.
Imagina que en lugar de tener una conversación contigo mismo, estás platicando con alguien que aprecias y que está pasando esa situación difícil. El concepto es que es mucho más fácil aconsejar a otras personas que a nosotros mismos.
Llámate por tu nombre, usa segunda persona, y ten una conversación explorando la situación. Notarás que las angustia, y el estrés se irán regulando. Plasma las posibles soluciones en un papel, coloréalo, dibújalas al estilo caricatura o haz una nube de palabras que te ayuden a gestionar lo que sientes.
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