¿Celópata yo?

Los celos son inseguridad y pueden aparecer en algún momento de cualquier relación. Usualmente, la persona que lo experimenta lo supera, ya sea aclarándolo con su media naranja o dándose cuenta de que juzgó equivocadamente.  

Pero, cuando estos sentimientos corren al otro extremo de la cuerda, es entonces que se vuelve enfermizo, y daña cualquier relación, incluso la estabilidad emocional de quien lo siente.  

Los celos patológicos (Síndrome de Otelo) van más allá de gritos, advertencias y golpes: 

¿Te llama cada 5 minutos para saber qué haces, dónde y con quién? No es amor, es control. Que una pareja esté al tanto de todos tus movimientos, es una trampa cargada de celos.  

“Decido que vestirás porque te quiero”. Te limita restringe y aísla.  

“Te celo porque me importas”. Si continúas con esta farsa, tu amor propio saldrá más que lastimado.  

¿Qué hay detrás de esta tóxica emoción?: Baja autoestima, inseguridad, miedo de perder al otro (co-dependencia) y un torcido concepto de posesión.  

Cuando una pareja lleva tiempo de estar juntos, a veces se crea un sentimiento de pertenencia: lo tuyo es mío, y lo mío es tuyo… Tú eres mío, yo soy tuya; aunque no exista amor, pero creen pertenecerse. Ambos se sumergen en un peligroso juego en que uno o los dos están convencidos de que el otro es una propiedad personal, como objeto o juguete Y es aquí en donde surgen los celos que encadenan y crean un concepto de posesión que destruye cualquier vínculo.  

  ¿Qué hacer? 

El diálogo como primera instancia, en donde cada quien pregunte qué espera de cada quién. Al alinear las expectativas todo cambia, hay menos frustraciones y mayor independencia.  

La terapia personal y de pareja. 

La separación como última instancia. No es una relación sana.  

La realidad es que el problema de la confianza, no es con él o ella, sino con uno mismo, y cuando la confianza es sólida, se disfruta de la presencia de la pareja, pero sin intentar controlar.