Veracruz - Boca del Río | 2025-03-08
Muchos adultos mayores en Veracruz pasan sus últimos días en soledad, confinados en sus casas. Otros, en cambio, encuentran compañía y cuidado en el Asilo COGRA, ubicado en la colonia Hidalgo, de la ciudad de Veracruz, donde conviven con personas de su edad sin el temor de ser rechazados.
La mayoría de quienes llegan allí son hombres y mujeres que enviudaron y que, en casa de algún hijo o hija, se volvieron invisibles. En este refugio, sin embargo, forman parte de una comunidad impulsada por María Teresa Mendoza Grajales, fundadora y directora del asilo, una mujer que ha dedicado su vida a dignificar la vejez de quienes ya no tienen a dónde ir.
En el marco del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, su historia resalta la fuerza de aquellas mujeres que, lejos de buscar reconocimiento, dedican su vida a transformar la de otros. "Nacimos para hacer algo bueno, estoy segura de ello", dice Teresa Mendoza, convencida de que su lucha es tan necesaria como eterna.
En su juventud, nunca imaginó que un día estaría al frente de un hogar para adultos mayores. Nació en la ciudad de Veracruz, la menor de cinco hermanos —tres mujeres y dos hombres— en una familia humilde donde el trabajo era un valor esencial.
"Mi mamá nos enseñó a trabajar, igual que mi papá. Venimos de una familia muy pobre, pero siempre nos inculcaron la honradez y el esfuerzo. Mi mamá vendía antojitos en su changarro y con eso nos sacó adelante", recuerda.
Su infancia estuvo marcada por las carencias económicas, pero también por el aprendizaje de la resiliencia.
María Teresa enviudó joven, cuando su esposo falleció a los 22 años. Años después, sufrió la pérdida de su hijo. Hoy, su única hija la acompaña en la labor del asilo, porque el trabajo es inmenso: atender a cerca de un centenar de adultos mayores que han sido olvidados por sus familias.
COGRA nació como un comedor comunitario. Su nombre proviene de "Comedor Gratuito", un proyecto que comenzó el 14 de febrero de hace muchos años en un pequeño local en la calle Xalapa, donde con apenas dos mesas y una cocinita se alimentaba a personas sin hogar.
Con el tiempo, los adultos mayores se convirtieron en los principales beneficiarios, pues eran quienes más sufrían el abandono y la falta de alimento. Así, el comedor se transformó en un hogar permanente para ellos.
Hoy, en la colonia Hidalgo, COGRA alberga a unos 60 adultos mayores, algunos de más de 90 años, quienes rara vez reciben la visita de sus hijos o nietos. "Dicen que tienen mucho trabajo, pero ni siquiera intentan llevárselos a vivir con ellos", lamenta Teresa.
Mantener el asilo no es fácil. "Hacemos muchos esfuerzos para darles de comer, pero nunca los hemos dejado en ayunas", asegura Teresa. La labor se sostiene gracias a la solidaridad de personas y comercios que donan alimentos, cobertores y otros insumos.
En COGRA, la comunidad celebra el Día de las Madres y el Día del Padre, organiza cenas de Navidad y se procura darles cobijo en invierno. Sin embargo, los momentos más duros son los cumpleaños en los que ningún familiar se aparece. En esas fechas, son los propios compañeros del asilo quienes abrazan y celebran al cumpleañero, para que no pase el día en el olvido.
La muerte también forma parte de la rutina del asilo. Sin embargo, mientras tenga fuerzas, María Teresa no piensa detenerse.
"Volvería a hacer esto cuantas veces fuera necesario. No pienso dejarlo ni me desanimo, porque me pongo en el lugar de los abuelos. Todos vamos hacia la vejez, y el destino de nadie debería ser la calle ni el abandono", afirma con determinación.
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