| 2023-11-30
Lo llamaremos Mario, para no revelar su nombre real y siga siendo víctima de la discriminación que ha vivido en los últimos 25 años, desde que fue diagnosticado con VIH.
“Mi vida cambió radicalmente porque después de 25 años yo soy una persona que que vive con VIH, soy cero positivo, sin embargo, por el buen control que llevo hasta ahora estoy indetectable, con un perfecto estado de salud, lo que me da aliciente para seguir viviendo”, afirmó el entrevistado de identidad reservada.
Recordó que contrajo el virus con una pareja mayor que él, con una persona que vivía en el puerto de Veracruz, Ciudad que se ubica entre las de mayor incidencia en casos de VIH a nivel nacional.
“Yo radicaba en Xalapa, únicamente nos veíamos en ocasiones. Me di cuenta de la enfermedad hasta después de tres años de haber sostenido una relación con esta persona, cuando inicié con fiebres, salpullido e infecciones recurrentes en vías respiratorias”, indicó.
Hasta este momento el médico lo diagnosticaba como enfermedades comunes, sin embargo, cuando su cuerpo empezó a colapsar se enteró qué su ex pareja estaba infectada de VIH.
“Es ahí cuando empieza un caos emocional para mí, realmente me quería morir luego de enterarme de esta situación porque hasta ese, momento se creía que si tenías VIH te morías inmediatamente. Hasta ese momento yo guardaba el secreto, no le dije nada a mi familia porque vienen de un matrimonio heterosexual, machista, homofóbico, discriminatorio y toda esta situación tan difícil la frente sólo porque no había tanta información como ahora, no tenía la confianza de acercarme a nadie, mucho menos a las personas de la comunidad LGBT quiénes son los que más discriminan en estos temas”, aseveró.
A finales de los 90 la discriminación estaba muy acentuada, sobre todo entre la comunidad LGBT, por lo que optó por guardar en secreto su situación durante una década.
“Después de 10 años se lo tuve que decir a mis hermanos pues a mis padres no tuve el valor de comentárselos. Empecé con un tratamiento sin embargo, yo me seguía enfermando, mi sistema inmunológico estaba muy bajo y caí en depresión, deje de tomar los tratamientos y cuando hice esto el virus se disparó y me detectaron un tumor canceroso en el cerebro, que me tuvo postrado un año”, confesó.
“Cuándo estaba en cama las únicas personas que llegaron a mí fue la familia, yo estaba en una relación de pareja de 10 años y cuando se dio cuenta que yo estaba en un estado de salud casi para la muerte decidió abandonarme entonces les llama a mis hermanos y es cuando tengo que decirles lo que pasaba”, agregó.
Aún su dolor se refleja en su rostro al recordar el momento de enfrentar a su familia.
“Fue muy duro decirles de mi enfermedad a ellos también los colapsó, sin embargo, me llevaron a la casa de mis padres y ahí se hicieron cargo de mí, me apoyaron en todo mis hermanos y encontré toda la ayuda pero yo veía a otras personas que me encontraba en las instituciones de salud que vivían un doble dolor, la enfermedad y el rechazo de su propia familia al revelarles su enfermedad”, expuso.
El grado de discriminación que viven pacientes con VIH es tal, que a muchos de ellos los desconoce su propia familia.
“Muchos prefirieron decir que no tenían hijos ni familiares porque es muy dolorosa y discriminativa esta enfermedad. En el proceso de recuperación yo conocí a muchas personas con historias muy tristes, las reacciones de sus familias fueron muy desalentadoras al grado de expulsarlos de seno familiar y negarle el acompañamiento muchas personas murieron por depresión yo tuve la fortuna de levantarme, fue algo muy difícil pero lo logré”, dijo.
Reconoció la situación privilegiada que tuvo en todos los aspectos, sin embargo perdió mucho en el proceso.
“Todo lo perdí, desde mi empleo y mis bienes materiales para poder salir de la crisis de salud porque el sistema de salud de México es muy tardío, te detectan el VIH y hasta después de seis meses te empiezan a dar el tratamiento y es terrible saber que tienes la enfermedad y que debes esperar seis meses para que el sector salud te empiece a dar los medicamentos que pueden salvar tu vida, en seis meses la gente muere, principalmente por la depresión pues no encuentran una respuesta inmediata”, denunció.
“En mi caso Dios fue muy generoso porque yo me aferré a la vida y estuve rodeado de gente que me apoyó pero más el 92% no corre con la misma suerte”, añadió.
Pero las penas seguían acumulándose para “Mario”, al irse enterando que toda esa gente que conoció en esa comunidad hospitalaria ya no estaba, poco a poco iban falleciendo porque no tuvieron la misma oportunidad que él tuvo.
“Es una realidad muy frustrante y muy desgastante para todas las personas que vivimos con VIH porque no solamente te debes enfrentar a la reacción de la familia sino a muchas situaciones con la sociedad, con la parte laboral, con el propio sistema de salud”, lamentó.
Por fortuna pudo superar el cáncer e inició un tratamiento con medicamentos de última generación para combatir el VIH.
“La gente debe saber que, diagnosticado oportunamente, el paciente no tiene porque morir, el VIH se vuelve una condición de vida lo más importante es que empecemos a modificar hábitos que son perjudiciales para nuestra salud como el consumo de alcohol, de tabaco, el estrés, todas estas situaciones que le pegan al sistema inmunológico, con el tratamiento correcto”, subrayó.
Afirmó que la gran mayoría de las personas que viven con VIH están en campaña permanente para decirle a las juventudes, a la población en general que se tienen que cuidar, que se tienen que atender, que utilicen preservativos, que elijan no tener relaciones sexuales sin protección, que si hay sospechas que acudan a realizarse sus pruebas rápidas de manera periódica.
“Después de este proceso no te queda más que seguir enfrentando la vida, retomar el trabajo, la vida familiar, la vida social, sin embargo, viene la otra parte: como adaptarse a una sociedad discriminatoria, a una sociedad que estigmatiza y que castiga”, advirtió.