Veracruz | 2021-10-04 | Josefina Lugo
“Detrás de un feminicidio hay un psicópata, por eso es importante que se sepa que hay un grupo de personas que hemos sido víctimas, y que estamos dando a conocerlo pues ya se empieza a catalogar como una pandemia de psicopatía la que se vive actualmente, esto ya no es un tema simplemente de violencia de género, va más allá”, señaló Natalia González Villarreal, periodista, actualmente dedicada a la investigación, difusión, orientación y acompañamiento de víctimas de psicopatía integrada y trastorno narcisista.
Luego de leer una carta que la madre de Monse, víctima de feminicidio, escribió y analizar cada párrafo del texto, la también colaboradora de la Red Internacional Pharos, puede suponer que el agresor es un psicópata.
“Leí y analicé la carta, donde relata cómo el sujeto se acercó a la familia, cómo la envolvió, cómo sedujo a la hija, a todos. Porque ellos son encantadores, todo el mundo los quiere, gozan de prestigio, tienen muchos amigos. Socialmente se desenvuelven muy bien, entonces yo hice un análisis personal y puedo suponer que el agresor de Monse es un psicópata. Y algo muy importante, un psicópata no está enfermo, el que un feminicida sea psicópata no le quita culpa, porque lo que hizo fue con plena conciencia”, señaló.
En el acompañamiento a las víctimas la comunicadora ha podido constatar que muchas están bajo una influencia hipnótica, pues a pesar de ser golpeadas por sus parejas o novios, siguen ahí.
“Ellos hacen que rompan contacto con el exterior, con todos; por fortuna, en algunos casos he hablado con la familia y en situaciones así, se la tienen que llevar a otro lugar y cerrar sus redes sociales, desaparecer de la vida del agresor, porque está en riesgo de muerte”, alertó.
Agregó que hay gente que sufre en silencio entre cuatro paredes, porque además les da vergüenza darlo a conocer
“Hay muchos factores, culturales, que de alguna manera fomentan el que se esté desarrollando este tipo de personalidades psicópatas, Robert Hertz los cataloga como un depredador intraespecie, es decir el depredador del humano”, indicó.
Explicó que hay psicópatas integrados o encubiertos, o domésticos o de cuello blanco, todas estas definiciones sirven para describir a una persona que puede ser hombre o mujer y que tiene un comportamiento psicopático, pero que pasa completamente desapercibido porque está totalmente integrado a la sociedad.
“Se trata de personas que son cien por ciento funcional, que tienen una vida profesional, empresarial, familiar, frecuentemente con mucho carisma, simpatía, muy agradables y aquí radica el gran peligro: que pasan desapercibidas y van por el mundo manejándose como gente buena, gente que apoya causas nobles”, subrayó.
“Otros de sus rasgos es que son utilitarios y cosifican a la gente, y es más evidente en las relaciones de pareja, sus principales víctimas son las que conviven con ellos diariamente y están bajo su mismo techo, por eso es que al exterior pueden parecer las mejores personas, pero al interior, con sus parejas o hijos, ya manifiestan otro comportamiento”, dijo.
“Cuando el psicópata se aproxima a un mujer se muestra como la persona más enamorada, en una fase que se conoce como “bombardeo amoroso”, hasta enganchar a la víctima, que una vez que cae,
inicia la etapa de devaluación, a través de técnicas de manipulación encubiertas, muy sutiles para hacer sentir insegura a la pareja, hasta el punto de enloquecerla”, describió.
Los psicólogos que estudian el fenómeno aseguran que en este momento, el “bombardeo de amor” que ejerce el narcisista produce en el codependiente una especie de adicción que hará que los maltratos en la etapa posterior sean irreconocibles, o que no pueda, a pesar de reconocerlos, salir de la relación.
“Muchas víctimas llegan a acudir a psicólogos con severos cuadros de ansiedad y depresión, consecuencia de un proceso de devaluación que el psicópata realizó por años en la víctima”, enfatizó.
“El abuso y el maltrato que ejercen, ni siquiera es evidente, usan técnicas de manipulación como la triangulación, usar a otras personas para denigrar, y el refuerzo intermitente, un día te llenan de halagos y al otro día te ignoran. Las víctimas no pueden dejar al agresor, porque se han vuelto adictas, no es un tema de autoestima, es adicción a esta montaña rusa de emociones que te da un psicópata encubierto”, manifestó.