Apuntes del periodismo jarocho II

Veracruz | 2018-10-30 | Héctor Noguera Trujillo

Apuntes del periodismo jarocho II

Esta es la aleccionadora historia de un veracruzano que nació en la pobreza y, pese a las penalidades de su niñez y juventud, se ganó un lugar en la historia del diarismo jarocho.

Gregorio nació en la ciudad y puerto de Veracruz y, dadas las carencias económicas de la familia Navarrete Cruz, se convirtió en un auténtico “Mil usos”.

Para ganar dinero la hizo de chicharronero, boxeador, ciclista deportivo, repartidor de periódicos, vendedor de billetes de lotería y realizó varias actividades más.

A pesar de todo, salió adelante, impulsado por su frase favorita: “El buen gavilán no chilla”, la cual se convirtió no solo en su lema, sino en una filosofía de vida.

 Su juventud

De joven le dio por la bohemia, lo que lo convirtió en cliente asiduo de “La Escondida” y de los diversos bares de la ciudad. A pesar de su vida desordenada y gracias a la presión familiar logró terminar el bachillerato. Cabe aclarar que mientras estudiaba nunca dejó de trabajar.

Para acabar con su vida disipada, sus padres lo metieron al Seminario… de donde escapó en cuanto pudo.

Dado que desde la secundaria descubrió su gusto por la redacción, se animó a escribir notas y enviarlas al periódico de mayor circulación en esa época. 

Con la esperanza de ver publicado su nombre en alguna información, todos los días compraba el periódico… y nada. Con el tiempo se enteró de dos cosas: que en la redacción nadie leía sus notas y que iban a parar directo a la basura.

Es en esa etapa juvenil en que entra a trabajar a TAMSA, en calidad de obrero y su vida comienza enderezarse. 


El periodismo

Como el que persevera alcanza, logra entrar de reportero en La Nación; le puso tanta pasión a su nueva actividad que pronto llegó a jefe de redacción y colgó el overol para siempre. 

La sorpresa fue cuando el periódico que había rechazado sus notas lo invitó a colaborar.

Es por esos días cuando decide estudiar en la Facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana, hasta llegar a obtener su título profesional.

En el periódico mencionado, en el que duró 18 años, destacó como un precursor. Primero, más que un reportero se convirtió -al decir de Luis Velázquez- en un cronista. Su primer éxito fue escribir sobre Zongolica, donde descubrió plantíos de marihuana (conste que estamos hablando de hace más de 40 años).

En segundo lugar, Gregorio resultó ser un magnífico reportero -por su agudeza al entrevistar- y un mejor columnista. Le cabe el honor de que su colaboración diaria –“En Política…Todos”- duran mucho tiempo, fue la única columna de primera plana, por lo influyente que resultó en los círculos políticos estatal y municipal.

Dado su “don de gentes”, logró crear una red de informantes anónimos -con los cuales acostumbraba desayunar, uno por semana-, que le pasaban “tips” sobre la política y los políticos. Su gracia como columnista fue saber “tamizar” (identificar los hechos de las opiniones) para evitar la difamación.   

Antes de conocer a Navarrete, leía su columna, y la verdad, no siempre le entendía. Cuando tuve trato con él, se lo dije y se río: “No te preocupes, lo importante es que los de arriba (los políticos) sí me entendían”.

En el primer número de esta serie, ya relaté como Navarrete fue nombrado director de dos diarios de esta ciudad: el 2001 y El Sol de Veracruz, cargos que desempeñó con éxito.

Sentido del humor

Se puede afirmar que Navarrete tenía dos caras: como reportero era escéptico, en la vida real era optimista. Como recuerdo que nos decía: “Si hubiera nacido en China, sería Glegolio Navalete y si hubiera sido en Rusia, Gregoriosky Navarretosky.

Es lógico que, para el personal de un periódico, que siempre trabaja bajo presión, el estilo de liderazgo de Navarrete era lo ideal, por el ambiente relajado y armonioso que provocaba.

El final

Algo que caracterizaba a Gregorio -y que, de alguna manera le dio el éxito como director- fue el hecho de que convivía mucho con su personal, siempre y cuando el trabajo del día estuviera completo y bien hecho.

La noche del 27 de marzo de 1980, realizada la labor cotidiana, Navarrete nos invitó a cenar, al fotógrafo Toño Montenegro y a mí con la idea de darnos instrucciones para realizar al día siguiente un importante reportaje en Xalapa.

Nos citó a las 7:00 a.m. en el periódico y advirtió: “Solo los espero 5 minutos, el que llegue después, se quedó”. Debo decir que tanto Toño como yo, llegamos 10 minutos tarde y, según la promesa, nuestro director había partido en su VW.

No acostumbrados a estar a esas horas en la oficina, ambos aprovechamos para adelantar trabajo. Una hora después, un elemento de la Policía de Caminos, nos informó vía telefónica que antes de llegar a Xalapa un tráiler que procedía de esa ciudad invadió el carril contrario y aplastó el auto de Goyo.

Al día siguiente en su funeral, su esposa me pidió que dirigiera la Oración Fúnebre y tuve que citar las propias palabras de Navarrete, a quien alguna vez le pregunté: ¿Qué es para ti la muerte? Y me contestó: ¡Pues te lleva la chingada y ya!

En reconocimiento a su profesionalismo periodístico, el Ayuntamiento de Veracruz de esa época bautizó una calle de la colonia Adolfo López Mateos, con el nombre de Gregorio Navarrete Cruz.

Héctor Noguera Trujillo

Cronista Independiente

escritorhnt@outlook.com