Ciudad de México | 2021-03-29 | Agencias
Nació con el nombre de Mary Ann Evans, pero decidió adoptar el seudónimo de George Eliot cuando de literatura se trataba. Así firmó gran parte de sus obras, como una manera de enfrentar los prejuicios contra las mujeres en la Inglaterra del siglo XIX, si bien cuando se descubrió quién era, mantuvo este nombre que ya era conocido.
“Es importante el proceso de cada autora que recurrió a este artilugio. George Eliot era una feminista en algunos casos, en otros era más conservadora de lo que quisiéramos creer. Según algunos de sus biógrafos no simpatizaba tanto con las mujeres, como con los hombres”, cuenta la escritora y traductora Adriana Díaz Enciso, quien se encargó de traer al español El velo alzado, editado por Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, dentro de la colección Relato Licenciado Vidriera.
Mal gusto gótico
Una obra temprana, que no forma parte de las historias monumentales que le dieron prestigio a George Eliot, para la traductora se trata de un relato que le permitió desarrollar un ejercicio liberador de los corsés de sus más grandes obras: una novela corta, que le permite liberarse de esa rigidez, un tanto moral, que ella había adquirido cuando perdió la fe religiosa.
Aun cuando la desolación y la desesperanza están en toda su obra, en El velo alzado se le criticaba su aspecto gótico, lo que llamaban “el mal gusto de lo gótico”, una crítica generalizada porque el género estaba de moda y no todas las novelas tenían calidad: “A los críticos de altos vuelos les parecía vulgar, de mal gusto, descender a una narrativa gótica”, resaltó la escritora.
El hecho de firmar con seudónimo no tuvo mayor importancia para Mary Ann Evans, pues cuando se supo quién estaba detrás del nombre de George Eliot, no disminuyó su importancia, “solamente Dickens era más famoso e idolatrado: era tan gran escritora que, aun si hubiera publicado como mujer desde el principio, habría superado los prejuicios; quién sabe, solo es una especulación”, reconoce Adriana Díaz Enciso.