Veracruz | 2025-02-24
Mirar el inmenso jardín a través de la ventana, y apoyarme sobre la mesa adornada con el jarrón azul pálido de murano, frutos y tazas de porcelana sepia, tonalidad indicadora del lento transcurrir de los días, me permite aún, sentirme vivo
Hacía tres años vivía en aquel asilo. Sitio de enormes espacios en cuanto a las salas de visitas y comedores, pero de habitaciones pequeñas y confortables.
Enfermeras y asistentes poco amables, nos indicaban las horas de comida y de medicamentos según las instrucciones de especialistas, quienes nos visitaban de vez en cuando, con rutinas austeras casi igual a la de nuestras familias.
¿Familias? Se puede llamar así un núcleo lejano y poco afable...carentes de memoria cuando uno de los miembros ya tiene edad avanzada y pesa... los viejos nos convertimos en estorbo cuando nuestro andar es lento y cuando se nos olvida todo con frecuencia... familia... lo dudo.
Yo había aprendido a sopesar mi soledad...no tenía afinidad con los miembros de aquella comunidad...casi todos me eran ajenos y la mayoría vivían en un ostracismo, superior al mío.
Don Álvaro, insistían las enfermeras, retírese ya de la ventana, es hora de ir a sus habitaciones.
Eso era la constante, sin embargo me encantaba disfrutar de ese pequeño sitio, era agradable, desde ese azul del jarrón, émulo al color del cielo y del mar, mirarlo no me cansaba hasta perder mi vista en la extensión del verde pasto y de los árboles.
Con ellos traía imágenes de mi otrora vida. Mi casa, mi mujer, mi hijo tan diferente a mí... aquello era la añoranza de mis largos paseos por la playa recién me jubilé, después de cuarenta años de trabajo.
Mi matrimonio no tan feliz, pero sí, tranquilo, mis problemas empezaron con la madurez de mi único hijo y su ambiciosa esposa.
Una vez viudo, vendieron mis dos propiedades y parte de mi pensión se utilizó en el asilo. No me pidieron opinión, solo actuaron.
Y aquí estoy...entre extraños casi sin ser visitado, a mis nietos apenas si los conozco y la cotidianidad mengua mis fuerzas y mi estado mental.
Casi no hablo y mi única sensación de agrado es mirar a través de la ventana...donde la luz de la tarde funde colores semejantes al arcoíris...
Apenas cae la noche, me retiran... en una de esas, pienso... estando en cama doy un último suspiro y mi cálido cuarto se tornará azul... del mismo tono del jarrón y también de destellos arenosos e ingrávidos como los objetos junto a la oquedad, entonces mis pupilas se dilatan...y la ventana se cierra...no pienso...solo sueño