México | 2022-02-21 | Agencias
"Le dije a la magistrada que no tenía precio, desde el punto de vista cultural; me dijo que tenía que pensar en una cifra", contó Alessandro Zuccari, profesor de la Universidad Sapienaza de Roma. Le habían encargado ayudar a establecer el valor monetario de Villa Aurora, propiedad de la familia Boncompagni Ludovisi durante 400 años.
La tarea era imposible. ¿Cómo establecer el valor de un lugar único, declarado patrimonio nacional, en el que al menos nueve de sus habitaciones tienen sus techos pintados por los principales artistas del siglo XVI, entre ellos el único mural hecho por el visceral, influyente y magnífico Caravaggio?
Esta y otras joyas artísticas, además de una rica historia, la hacen invaluable. Sin embargo, una tóxica disputa provocó una orden judicial para venderla.
Origen
De 1622 a 1886, los Ludovisi y luego los Boncompagni Ludovisi crearon y mantuvieron la residencia privada más grande (en su forma final, 36 hectáreas o 89,6 acres) y más magnífica dentro de los muros de Roma: la Villa Ludovisi. El casino di Villa Boncompagni Ludovisi, conocido como Villa Aurora o Casino dell'Aurora es último vestigio de esa afamada villa.
Había sido construida como un refugio de caza en 1570, y su dueño anterior, el cardenal Francesco Maria Del Monte, había sido quien le encargó a Caravaggio en 1597 que adornara el techo de su laboratorio de alquimia.
El artista pintó en 2,75 metros de ancho de yeso con óleo una escena en la que aparecen los dioses Júpiter, Neptuno y Plutón, representando los tres elementos que Del Monte usaba en sus experimentos alquímicos: aire, agua y fuego. La mitológica obra fue cubierta y solo redescubierta en 1968 durante unas renovaciones.
Más tarde, el nuevo dueño, el cardenal Ludovisi, contrató a Carlo Maderno -uno de los padres de la arquitectura barroca- para que reconstruyera el lugar y le dio a Giovanni Francesco Barbieri ‘Guercino’, uno de los techos de la planta baja para que lo usara como lienzo.
Como si eso fuera poco, hay frescos del pintor flamenco Paul Bril, así como de los italianos Giovanni Battista Viola, Domenichino, Giovanni Valesio y de Antonio Circignani, conocido como il Pomarancio.
Presencias
Además de lo que está en las paredes, hay una vertiginosa variedad de artículos históricos, entre ellos decenas de miles de documentos de gran valor, incluidas cartas escritas por la última reina de Francia, María Antonieta.
Galileo, según archivos, hizo observaciones astronómicas en la década de 1620 desde las logias de sus azoteas, y antes de que se desmembrara, la villa era una escala obligatoria a lo largo de los siglos para artistas, escritores, músicos y viajeros adinerados.
En la década de 1880 gran parte de la propiedad fue vendida y en ella se construyó via Veneto y sus alrededores, uno de los más glamorosos distritos comerciales del mundo. El palacio principal de la familia, el palazzo Margherita, eventualmente se convirtió en la embajada de Estados Unidos.
Lo que quedaba de toda esa riqueza cultural -Villa Aurora- fue heredada por el príncipe Nicolò Boncompagni Ludovisi, nacido en 1941.
Nuevo aire
Nicolò, descendiente de una de las familias más nobles y distinguidas de Italia –cuenta numerosas figuras destacadas en la Iglesia católica, la política europea e italiana, la ciencia y las artes- conoció a Rita Janrette, una exitosa corredora de bienes raíces estadunidense. Al casarse y mudarse a Roma, la ahora princesa convenció al príncipe de restaurar Villa Aurora.
La pareja se mudó a vivir en el hogar ancestral de los Boncompagni Ludovisi y, además de la restauración, digitalizó los archivos y abrieron la casa a un público que nunca había tenido la oportunidad de ver los tesoros que albergaba. La princesa misma servía de guía en los tours. Pero en marzo de 2018, el príncipe Nicolò murió.
Disputa
En su testamento le dio a su esposa el derecho a permanecer en la propiedad por el resto de su vida; en caso de que se vendiera, las ganancias se dividirían entre ella y sus hijastros, pero éstos disputaron su derecho a permanecer en la villa, no se pudo llegar a un acuerdo entre las partes y un tribunal dictaminó que se debía realizar una subasta.
La cifra que le habían pedido a Zuccari que ayudara a pensar terminó siendo $533 millones de dólares, el 65% de ella por el fresco de Caravaggio. Además de eso, el anuncio del remate dejaba claro que el comprador sería responsable de unos US$11,5 en reparaciones.
De haberse vendido, habría sido la propiedad residencial más cara jamás vendida en subasta. Pero en vez de ofertas, el pasado 18 de enero lo único que hubo fue silencio. Se espera otro intento de venta en abril, con un recorte del precio del 20%.
Entre tanto, más de 38.000 personas han firmado una petición pidiendo que el Estado compre la villa para que sus muchos tesoros puedan estar a la vista del público.
La ley italiana le da al Estado la opción de comprar la propiedad, pero sólo después de que se haya realizado la subasta y por el mismo precio. Sin embargo, es posible que el gobierno italiano no tenga los fondos para comprarlo, ni siquiera al precio reducido.